Cuando yo aún ni tenía el título de licenciado en el tubo guardatítulos, asistí a una especie de evento, acontecimiento, algo allí en la facultad.
La cosa iba de filólogos y de premios. Que no recuerde prácticamente nada deja claro que aquello debió de ser una auténtica pérdida de tiempo.
De lo que sí me acuerdo perfectamente, y es que es algo que nunca se me olvidará, es una frase que uno de los galardonados dijo.
Yo no lo conozco personalmente, pero, según la fama universitaria lo anunciaba, era un tío pedante.
Cuando a uno le dan un premio delante de bastante gente, la costumbre es agradecer a todo aquel que, directa o indirectamente, ha contribuido al logro merecedor de galardón.
Total…
El muchacho dijo, en latín, amor matris. Hasta aquí, entre filólogos clásicos, bien, aceptable.
Lo que rebasó el umbral fue lo que dijo a continuación: matris en genitivo tanto subjetivo como objetivo.
No sé si dejó tiempo para la pausa dramática, para darnos tiempo a entender la referencia, para que le aplaudiéramos, para que cantaran los grillos… o si simplemente el comentario fue tan atroz que el medio segundo hasta que continuó con su siguiente frase se hizo eterno.
Los asistentes nos miramos los unos a los otros: ¿de verdad había dicho eso?
Bueno.
A ver, el comentario es gramaticalmente correcto. Diría incluso que ocurrente. Pero es el tipo de comentario por el que, por ley, los asistentes deberían lanzarte bolas de papel.
En fin.
Para entender toda la cuestión, hay que saber qué es esto del genitivo objetivo y subjetivo. Lo explico en la quincuagesimoprimera clase de mi curso de latín desde cero.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Recuerda que yo solo soy el que cuenta la historia: no mates al mensajero.