Una de las primeras veces que Roma estuvo a punto de desaparecer del mapa fue en el siglo IV a. C. a mano de los galos senones.
En la historiografía latina se encuentran muchas historias de heroicos personajes romanos. Incluso no hay reparo en narrar iniciales derrotas, incluso catastróficas como la de Cannas o la del lago Trasimeno a manos de Aníbal, si el fin último es magnificar a los terribles enemigos que, después de todo, acabaron siendo superados por los romanos.
Pero son raras las historias de vergonzosas y humillantes derrotas sin, por decirlo así, una moraleja.
Aunque, como todo el mundo sabe, los galos acabarían siendo vencidos, aplastados y conquistados, la historia que nos ocupa es, probablemente, la de una de estas vergonzosas y humillantes derrotas romanas.
Los senones, liderados por el caudillo Breno, tenían ya acorralados a los romanos en su propia ciudad.
En películas de aventuras y acción, ese tipo de situaciones solo se solucionan con un deus ex machina: en el último momento aparece un enorme ejército aliado en el horizonte y acaba con el enemigo.
Pero los romanos no estaban en una película.
Decidieron humillarse y negociar con terroristas. Mejor eso que morir todos masacrados. Huir para luchar otro día.
Los galos aceptaron el soborno:
—Son 1000 libras de oro para que no acabemos lo que estamos a punto de acabar.
—Oks.
Los galos se permitieron ser juez y parte y pusieron su propia balanza para pesar el oro.
Como podemos imaginar, la balanza estaba trucada para beneficiar a los galos. Los romanos se dieron cuenta y se quejaron.
Breno ni se molestó en defenderse, sino que, riéndose a carcajadas, arrojó su propia espada a la balanza para desequilibrarla aún más. Sin poder ni aguantarse las lágrimas, dijo aquello de:
VAE VICTIS!!
¡Ay de los vencidos!
O sea, que ya os podéis dar con un canto en los dientes. Y no os quejéis, que aún puede ser peor.
Esta es una frase bastante conocida, quizá no tanto como lo del ALEA IACTA EST, pero más o menos.
Es el típico ejemplo de dativo exclamativo que viene en cualquier manual.
Por supuesto, también es el ejemplo que está en mi clase sobre la sintaxis detallada del dativo latino.
Es un ejemplo universal.
Por lo general, más o menos siempre se usan más o menos los mismos ejemplos.
Sin embargo, ocasionalmente me invento mis propios ejemplos si creo que los de siempre no son tan apropiados.
Y luego, por hache o por be, me encuentro los ejemplos que yo he inventado en otras webs, apuntes de profesores y vídeos de YouTube. A veces incluso me encuentro vídeos de profesores que leen mis apuntes, con o sin recortes, como si fueran suyos. Sin cita ni enlace, claro.
Bueno.
Real y sinceramente no me molesta grandemente.
Aunque hay algo de deslealtad en tales prácticas, en poco me afectan a mí.
Podría pensarse incluso en competencia desleal. Pero, la verdad, es difícil hacer la competencia al único curso de latín en vídeo que cuenta ya con cientos de horas de teoría, práctica, textos, materiales complementarios y etcétera.
Además, es muy duro hacer vídeos, incluso si son medio fusilados, que luego van a ver cuatro gatos por los que no vas a ver ni cuatro perras.
Por eso todos estos conatos de competencia no me asustan en absoluto: porque sé que, para cuando lleguen a la tercera declinación, ya se habrán cansado y ahí lo dejarán.
Uno más de esos CURSO DE LATÍN que tienen 4 o 5 vídeos y puf. Con lo que has aprendido con esos vídeos no puedes ni traducir Regina nautam amat.
Bueno.
Que no te pase eso.
Si quieres aprender latín desde cero hasta nivel universitario, ve con un profesional: aquí.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Con la parte gratis de mi curso ya vas a aprender más que con los cursos completos que vas a encontrar por ahí.