Yo no soy una estrella de la filología ni nada de eso. De hecho, puedo pasearme por una facultad de filología sin que nadie me pida un autógrafo o que nos hagamos un selfi.
Aun así, dentro del mundillo de la divulgación lingüística-filológica sí que tengo mi influencia, mi hueco, mis seguidores, mis fans.
Alguna vez alguna editorial me ha mandado algún libro para que lo lea, lo reseñe y lo difunda entre mi audiencia.
Unas veces la reseña resulta positiva y otras veces la reseña resulta más bien negativa.
Por ejemplo, Mi gran odisea griega, de Mary Norris, se llevó una reseña más bien mala. Eso no quiere decir que el libro sea intrínsecamente malo: significa que yo hubiera preferido no leerlo por las razones que expongo en la reseña. Sin embargo, me consta que a mucha otra gente el libro sí les ha gustado. Cuestión de gustos, pues.
Bien.
En otra ocasión, otra editorial me envió un libro cuyo título —supongo que por decencia o compasión— prefiero no revelar.
Sí diré que el título era algo grandilocuente y un poco en la línea de la defensa del español.
El autor era un señor mayor, maestro jubilado, del norte peninsular. La tapa trasera del libro decía —más o menos— que exponía magistralmente un compendio de la corrección del español.
Bueno, a ver de qué va esto.
Miro el índice. Hay un apartado de vicios. Me saltan las alarmas.
Voy a comprobarlo mejor.
Lo que me temía: los vicios incluyen el yeísmo, el seseo, patatín, patatán; en resumen, cualquier rasgo fuera de la variedad lingüística del autor.
Me repongo del susto.
No nos apresuremos. Tan mal no puede estar esto. Hojeo un poco más el libro, para peor.
Cierro el libro y lo tiro por alguna estantería.
La mayoría de la gente tiene la idea de que el español (o castellano) debe ser protegido.
Un comentario real (copiado y pegado sin cambiar nada) que alguien dejó en mi página de Facebook:
Que aunque sea imperfecto el deseo de seguir el diccionario, este sigue siendo más loable que hablar con un léxico coloquial. Lo que olvidan los defensores de la «evolución» «natural» de la lengua es que si no nos esforzamos por conservarla, la unidad del castellano podría quebrarse.
No obstante, sigo creyendo que es mejor ajustarse a una convención estricta de la lengua, y considerar normativo al diccionario, para evitar o al menos lentificar los cambios de la lengua, para lograr mantener la inteligibilidad entre todos los hispanoparlantes, y para que lo que escribamos en español pudiere ser entendido en el futuro lejano todavía.
Pensad en cómo la literatura del siglo de oro continúa siendo inteligible ahora, mientras que en otras lenguas, como el inglés, la literatura de esa época ya no la entienden, porque ya modificaron incluso su gramática.
Cuando alguien habla de que la gente da patadas al diccionario o se emperra en seguir poniéndole tilde al adverbio «solo», automáticamente supongo que no es filólogo-lingüista. Raramente me equivoco.
Ojo, nada malo con no ser filólogo o lingüista.
De hecho, no tengo ningún problema con que legos totales en la materia hablen en la barbacoa de lo que, al fin y al cabo, es su lengua.
El problema viene cuando se quiere sentar cátedra sobre bases falsas.
Aún más, propagar paparruchas (o fake news) como el tema de las cocretas y las almóndigas.
Mira: decir que la forma de hablar del 95 % de los nativos —me refiero al seseo— es un vicio del lenguaje que debe ser evitado es de ser bastante ignorante.
No todo el mundo tiene que ser filólogo o lingüista. Afortunadamente.
Pero cualquier persona con interés en la lengua debería tener, al menos, unas mínimas bases de lingüística general.
Cuando pensamos en ciencia, suelen venirnos a la mente probetas, fórmulas matemáticas, cohetes espaciales, etc.
Pero la lingüística es también una ciencia. Simplemente, otro tipo de ciencia.
Sería un atrevimiento terriblemente soberbio que yo me pusiera a escribir un libro de anatomía por el simple hecho de que tengo huesos y músculos.
Es muy parecido con los temas lingüísticos: si uno habla una lengua, parece que ya tiene la autoridad para porfiar con gente que se dedica a eso.
En fin.
Como digo, no todo el mundo tiene que ser lingüista.
Pero afortunadamente sí está al alcance de todo el mundo adquirir unas bases de lingüística general.
Porque tengo un curso de lingüística general.
En la primera clase hablo del binomio filología-lingüística, de la diferencia entre lingüística prescriptiva y descriptiva (muy importante) y, lo mejor de todo, de tres prejuicios lingüísticos con los que todos venimos de serie (incluido yo al aterrizar en la facultad de filología).
Como te digo, esta primera clase es gratis y la tienes aquí.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Creo que es el primer vídeo que grabé, por lo que estaba extremadamente pardo. Intenta no tenérmelo en cuenta. Las formas son reguleras, pero el contenido es bueno.