No es casual que hace unos días recibieras el correo con el secreto mejor guardado hasta el momento respecto al boletín.
En el momento de escribir ese correo (marzo de 2021) había pasado unas semanas liadísimo en lo personal.
No es fácil comprarse una vivienda en plena pandemia, en otra provincia, con restricciones de movilidad, hacer la mudanza, llevar a cabo las mil cosas, cositas y cosotas correspondientes a mudarse… En fin, muchas cosas.
Durante esas semanas de mucho lío personal, tuve que dejar bastante de lado todo lo que no fuera imprescindible para mi negocio.
Eso implica que mi bandeja de entrada fue acumulando, durante varias semanas, más y más correos.
Realmente, durante esas semanas, apenas tuve tiempo para responder a lo urgente y/o importante: los correos de mis estudiantes de pago actuales o futuribles.
Todo lo demás se fue acumulando.
Aunque todos somos científicos a nuestra manera, yo no soy ese tipo de científico de tablas, baremos y microscopios.
Aun así, sé —o creo saber— que, cuanto mayor es la muestra, más fácil es sacar conclusiones apropiadas. (Aquí habrá gente tirándose de los pelos con lo que acabo de decir, pero nos entendemos).
La cosa es que, cuando ya fui procesando todos esos correos acumulados, vi más claramente que de costumbre varias cosas, en especial una, que es de la que quiero tratar en este correo.
Con 13 o 14 años, tuve un profesor de Lengua que el primer día de clase nos hizo conjugar el verbo «apañarse» (o quizá fue «aviarse»).
Entonces, nos preguntó cuál era la primera forma: «yo me apaño» (o «yo me avío»).
No voy a negar que era una forma un poco pasivo-agresiva de enviar el mensaje, pero sí que quedó muy claro: cada uno de nosotros tenía que intentar apañarse-aviarse en la vida en general y en Lengua en particular.
A lo que voy.
Cuando cualquiera, en el año 2020 o 3000, se apunta a este boletín, uno de los primeros correos que recibe es precisamente ese en el que hablo de una caña para pescar.
Básicamente, el mensaje de ese correo es que el boletín no es un consultorio lingüístico y que el 99 % de las dudas lingüísticas puede resolverlas uno mismo con las herramientas adecuadas, y eso es precisamente lo que muestro en el vídeo que enlazo en ese correo (aquí).
Si cada día hay más de 2500 personas recibiendo correos, con que solo un 1 % de las personas me escribieran preguntando algo, eso implicaría 25 consultas diarias. A unos cinco minutos de media por consulta, serían más de dos horas cada día respondiendo correos.
Es simple y llanamente imposible.
Por eso desde el principio hago hincapié en que esto no es un consultorio y doy indicaciones para que cada uno pueda resolverse sus propias dudas.
En serio, no es porque me crea o me deje de creer: es que es totalmente imposible pasar más de dos horas al día respondiendo consultas gratis.
Por tanto, por favor, no te tomes como algo personal si no te respondo.
Algunas veces las preguntas que recibo son a colación de algo que he dicho en un correo (en el correo has dicho X, pero yo habría dicho X’: ¿es correcto?), y otras son preguntas que no tienen absolutamente nada que ver con nada de lo que he escrito jamás en mi vida.
En todos los casos, de verdad, lo mejor, más rápido y eficaz es que te apañes, que te avíes, con los recursos gratis que explico aquí (cuáles son y cómo usarlos).
¡Un saludo!
Paco
P. S. Como he dicho en otras ocasiones, recibo de buen grado y leo todos los comentarios que me escribís, pero me resulta materialmente imposible estar respondiéndolos todos. ¡Gracias!
P. P. S. Ojo, también tengo que decir que algunas veces la respuesta me advierte justa y correctamente de algún error por mi parte. Etso es una errata; hesto, un error.