Con 16 años, cuando estaba en primero de bachillerato, se celebró un concurso de ortografía en mi instituto.
No fue como en las películas americanas, donde el concurso es un evento absoluto y los participantes se preparan durante días, sino que un día llegó la profesora de Lengua a clase, nos repartió las fotocopias y nos dijo que lo hiciéramos.
Yo por aquel entonces ni siquiera leía demasiado —al menos, no libros de verdad—. Tampoco consideraba que escribiera especialmente bien: no mal, pero tampoco nada destacable. Desde luego, sí hacía el esfuerzo por escribir lo mejor posible, pero ni tenía un diario, ni era poeta ni, en general, escribía más que cualquier otra persona.
(Por supuesto, escribir bien no es lo mismo que escribir correctamente, pero ahí no me voy a meter).
Resulta que el concurso lo gané yo.
Muchos años han pasado ya desde entonces. Ahora sí diría que escribo correctamente (aunque los criterios para las mayúsculas de la RAE me dan mucha pereza), e incluso más o menos bien.
Para escribir bien no tengo cursos. Al menos, para escribir correctamente sí que tengo: curso de español correcto.
¡Un saludo!
Paco
P. S. El ganador del instituto había de enfrentarse a los ganadores de otros institutos. ¿Cómo acabó la cosa? Nunca lo sabremos: la profesora olvidó hacer el papeleo a tiempo. Al menos, me subió un punto en la nota final de la asignatura.