A mí me cogió demasiado joven, pero antiguamente había una canción que clamaba que «el caudillo» tenía el culo blanco.
También he escuchado alguna vez algo del tipo más blanco que las … de una monja.
Mi abuela una vez me contó la anécdota de cuando ella y mi abuelo estaban recién casados y ella, por contentarlo a él, se compró unos polvos o potingues para aclararse la piel.
Porque hasta hace relativamente poco tiempo se cultivaba la blancura como muestra de nobilidad (porque estar moreno = trabajar al sol).
La literatura está llena de descripciones de hermosas muchachas con la piel más blanca que la leche/nieve/etc.
Y aun así mi abuelo, el médico del pueblo, le dijo a mi abuela que se quitara esa porquería de la cara.
Hoy, afortunadamente, no se condenan la morenez ni la vitamina D, sino más bien al contrario.
Y mi mujer, prototípicamente polaca en su color de piel, es ahora la que experimenta incansablemente para broncearse sin evaporarse o freírse.
O tempora, o mores!
Lo que no ha cambiado ni —con suerte— cambiará nunca es el atractivo de los mitos griegos, también para niños.
Por eso tengo publicadas varias novelas juveniles de «Los héroes».
¡Un saludo!
Paco
P. S. En papel y en ebook (potencialmente gratis).