En mis tiempos, en clases de Lengua y Literatura, la única literatura hispanoamericana que se estudiaba era mencionar el nombre de Rubén Darío y leer los dos primeros versos de su «Salutación del optimista»:
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
¡Vaya tío pelma, ¿no?! ¿¡Qué se habrá creído, con esas palabras!?
Bueno.
No sé cómo será ahora ni cómo será en los países hispanoamericanos.
En cualquier caso, nos vamos a Argentina.
Inglaterra tiene a Shakespeare con Hamlet, Romeo y Julieta y otros; Italia, a Dante consigo mismo, Virgilio y Beatrice; España, a Cervantes con Alonso Quijano y Sancho Panza.
¿Y Argentina?
Si no eres argentino, lo más probable es que no tengas ni idea, igual que yo hasta los 32 años.
Argentina tiene a José Hernández con Martín Fierro.
Martín Fierro es gaucho, como la salsa, una especie de cowboy hispanoamericano. Como en la «Canción del pirata», lo que más ama es la libertad. No quiere tener nada que ver con la modernización ni otra cosa que no sea su caballo y su guitarra.
Sin embargo, le toca vivir tiempos duros: sin comerlo ni beberlo, su vida dará un vuelco que lo llevará a la más ruin bajeza de la raza humana.
Huye de la justicia, se emborracha, busca pelea y acaba matando a «un moreno». Ahora tiene dos razones para huir de la justicia.
Igual que mi hater, Martín, enajenado, simplemente buscaba pelea, y la encuentra. Mata al moreno solo por ser negro. Racismo, diríamos hoy. Cuestión no sin ironía, pues los gauchos, en la Argentina de la época, eran quizá igual o más apestados que los negros.
En Argentina se recitan pasajes de Martín Fierro. Son dos obras, dos especies de poemas épicos, que denuncian el trato de los buenos de la época contra los pobres gauchos.
También irónico que los buenos fueron los que exterminaron a los indios de la pampa, simplemente porque no entraban en su plan de modernidad. Y fueron los pobres gauchos los que fueron enviados, contra su voluntad, a matar a los indios.
Un plan redondo, realmente: que se maten unos a otros y así nos quitamos a los dos de en medio. Como diríamos hoy en día: win-win.
Los buenos, muy poco antes, eran los malos. Eran tiempos convulsos.
De todo esto hablo en mi curso de literatura hispanoamericana del romanticismo.
No me limito a mencionar nombres de autores y a leer dos versos.
Explico el contexto histórico, social y cultural general que determina por completo la vida de los autores y, por consiguiente, sus obras. Entonces, leemos y vamos explicando las obras.
Esta es, realmente, la única forma de estudiar literatura.
Si has llegado hasta aquí, te invito a que pases los siguientes 34 minutos de tu vida con la primera clase del curso, donde estudiamos el contexto general de la ilustración y el romanticismo, y la situación en Argentina en particular.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Como siempre, la primera es gratis.