Sorprendentemente es harto difícil hacer entender a mucha gente la importancia del uso correcto de la mascarilla.
Lamentablemente, para muchos, un tema tan serio como la vida y la muerte es más una cuestión política o de identidad o de pertenencia que una cuestión sanitaria y de supervivencia.
No me pongo mascarilla porque soy muy macho, o porque soy muy rebelde, o porque a mí no me tiene que decir nadie lo que tengo que hacer, o porque a mí no me va a pasar nada…
En la Antigüedad, lo de envenenar a enemigos estaba a la orden del día.
Claro, cuanto más importante fuera una persona, más probabilidades había de que alguien quisiera envenenarla.
¿Emperador? Necesitas un praegustator: alguien que pruebe todo lo que te vayas a meter en la boca, ya sea líquido, sólido o gaseoso.
Todo lo que sale de la cocina, toda el agua, todo el vino… primero pasa por el praegustator. En el caso de la comida caliente, tenía que ser con la suficiente antelación como para que, en caso de que la comida estuviera envenenada, los efectos hubieran causado ya que el praegustator estuviera sangrando por los ojos y, en consecuencia, se desechara la comida antes de que el emperador pudiera verla siquiera; pero no era solo cuestión de antelación, sino que la comida tenía que llegar lo suficientemente caliente como para que el emperador pudiera disfrutarla como corresponde.
Tarea difícil, la del praegustator.
Tampoco era fácil la del asesino.
Cuando uno enreda con veneno, sabe cómo empieza el juego, pero no cómo termina.
Por eso, el asesino es el primero que tiene que inmunizarse contra su propio veneno.
Septimio Severo, uno de los del año de los cinco emperadores, quería deshacerse de su rival Clodio Albino.
Tenía la ventaja de contar con la ayuda de Galeno: el famoso Galeno que da nombre coloquial, por metonimia, a los médicos.
Galeno preparó un veneno de acción retardada. De este modo, el asesino podría administrar el veneno sin que el praegustator lo sufriera al momento, de modo que Albino comiera las viandas envenenadas y, al cabo de dos días, muriera entre terribles estertores. En esos dos días, el propio asesino tendría tiempo de escapar indemne e informar de su éxito.
—Bebe un poco de este líquido cada día —ordenó Galeno—. Sabe a caca de caballo y hará que te duela todo, pero, si en algún momento te ves obligado a ingerir el veneno, tu cuerpo será capaz de soportarlo gracias a haberte acostumbrado.
No voy a hacer destripe/spoiler, pero podemos imaginarnos qué acabó ocurriendo.
Si este asesino hubiera sido soberbio, hubiera pensado que a él no le iba a pasar, que a él un viejo no le daba órdenes, etc., habría acabado muerto echando espumarajos a borbotones por la boca.
Bueno.
Esto no creo que ocurriera así en la vida real.
Pero sí es lo que cuenta Santiago Posteguillo en su novela histórica Yo, Julia.
La recomiendo mucho.
Yo la he consumido en audiolibro: 25 horas de buena y trepidante narración.
Tengo una breve reseña, con enlaces para comprar, aquí.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Concretamente, la he escuchado en Storytel. Quizá tú puedas hacerlo gratis. Te explico qué y cómo en este enlace.