Filemón y Baucis eran un adorable matrimonio de viejitos naturales de la región de la antigua Capadocia, en la actual Turquía.
Un día como otro cualquiera recibieron una visita inesperada de dos forasteros, a los que sin dudar hicieron pasar y empezaron a ofrecer comida y vino.
Hablaban y hablaban, comían y comían, bebían y bebían.
Sin embargo, en ningún momento se acababa el vino de la jarra: ahí se dieron cuenta de que sus invitados no eran unos cualquieras, sino dioses, concretamente Zeus y Hermes.
Algo avergonzados por haber servido comida humilde a semejantes invitados, Filemón decidió ofrecerles el ganso que tenían, el único animal en su haber.
Mosqueado, el ganso empezó a rehuir a Filemón, que, con los achaques de la edad, no era capaz de darle caza (literalmente), hasta que el animal acabó por refugiarse en el regazo de Zeus.
Finalmente, los dioses les dijeron que no era necesario, que ya se iban, pero no sin antes ordenarles que fueran con ellos, pues iban a inundar la ciudad.
¿Por qué?
Antes de tocar a la puerta de Filemón y Baucis, ya habían tocado muchas otras de la ciudad y en ningún caso los demás habitantes les habían ofrecido hospitalidad.
En recompensa a la hospitalidad que ellos sí habían mostrado, cuando terminó la inundación vieron que, donde antes estaba su casa, ahora había un hermoso palacete.
¿Algo más?
Pues sí: pudieron elegir un par de deseos.
El primero de ellos fue que se les concediese ser sus sacerdotes y usar su casa como templo dedicado a ambos dioses.
El segundo fue que, cuando llegara el momento, murieran los dos a la vez para no tener que soportar estar sin el otro.
Y así fue.
A todo esto, ¿qué andaban haciendo Zeus y Hermes por Capadocia?
Incluso los dioses se hartan de la vida olímpica, del dolce far niente y de la ambrosía.
Entonces, se disfrazan de plebe y se van una temporada al parque temático de la humanidad.
Por las risas.
Porque hasta de lo bueno, en demasía, se puede hartar uno.
A partir de ahora, los correos irán en días alternos: un día sí, otro no.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Parece que la historia solo la cuenta Ovidio (¿quizá invención suya?). Si quieres llegar a leer las Metamorfosis en su idioma original, no olvides aprender latín.