Quizá hayas leído u oído en los últimos años algo sobre un tal Nassim Taleb, filósofo y no sé cuántas cosas más.
Entre sus obras se encuentra El lecho de Procusto, que naturalmente hace referencia al mito de la cama de Procusto.
Pero por el camino se topó con un hombre fuerte que había venido a su encuentro, vestido con ricas ropas: en los brazos llevaba brazaletes de oro, y en el cuello, un collar lleno de joyas. Cuando se acercó a Teseo, hizo una cortés reverencia, le tomó de las manos y le dijo:
—¡Bienvenido, apuesto joven, a estas montañas! ¡Me alegro de haberte encontrado! ¿Qué mayor placer hay para un buen hombre que recibir a los forasteros? Veo que estás cansado: ven a mi castillo, que comamos el mejor venado y bebamos el mejor vino que probarás en tu vida. Luego, podrás dormir en mi famosa cama, de la que todos dicen que nunca habían visto algo semejante, pues, cualquiera que sea la estatura de mi invitado, más alto o más bajo, la cama le encaja al milímetro y duerme en ella como nunca antes.
[…]
—Ese hombre lleva a quien se deje convencer a la muerte, y esa cama maravillosa ciertamente encaja a todos, ¡pero nadie sale vivo de ella!
—¿Por qué? —preguntó Teseo, asombrado.
—Porque, si eres demasiado alto, te corta las piernas hasta que encajes, y, si eres demasiado bajo, te estira hasta que encajes igualmente.
Entonces, según el mito, «el lecho de Procusto es una expresión proverbial que se refiere a quienes pretenden acomodar siempre la realidad a sus intereses o su visión de las cosas. […] No toleran que alguien sobresalga de su propia mediocridad. Todo lo juzgan. Lo quieren cortar todo a su medida, aunque ello implique pérdidas sociales importantes» (Wikipedia).
De los mitos griegos se pueden extraer muchísimas enseñanzas, pero lo primero es saber aunque sea el cuento, y sobre las aventuras de Teseo tengo publicada una novela apta hasta para jóvenes.
¡Un saludo!
Paco
P. S. El diálogo citado lo he tomado precisamente de la novela.