He criticado desde uno u otro ángulo lo de publicar libros.
Obviamente, publicar libros no tiene en sí mismo nada de malo, sino (potencialmente) todo lo contrario.
Entonces, si te publican un libro Planeta o Penguin o uno de esos, me alegro por ti y (potencialmente) por tu bolsillo.
En este correo ni siquiera voy a hablar de lo que leí el otro día del porcentaje de libros que venden más de 100 unidades, incluso en editoriales grandes como las que he nombrado.
Tampoco voy a hablar de que, por lo que leí, las editoriales pierden dinero con la mayoría de las cosas que deciden publicar, pero que luego recuperan y compensan con los puntuales pelotazos de Posteguillos y Revertes y Rowlings y todos esos.
(Por cierto, ahí hay una enseñanza de la que igual hablamos en otra ocasión).
Voy a hablar de la historia que me traumó y por la que desde entonces voy cabalgando con mi armadura de traumado del primer mundo.
En mi opinión inexperta y totalmente sesgada, la mayoría de la poesía es guano.
No la de Quevedo ni García Montero ni Catulo o Calímaco, pero sí la mayoría. (Como digo, mi opinión inexperta y sesgada).
Hace ya bastantes años yo tenía un amigo poeta y cantautor y que tocaba la armónica… en fin, ya sabes, justo eso que se te ha venido a la mente.
No voy a decir que su poesía fuera mala, porque no la leí.
La cosa es que en un determinado momento publicó un poemario con una editorial poco conocida (ejem), y entonces nos chantajeó emocionalmente a sus amigos para que le compráramos como 50 páginas de poemas y portada digna de Paint a 10 eurazos (descuento de lanzamiento/amigo ya incluido).
Fin de la historia.
—Pero, Paco, qué rata eres, tanto trauma por diez cochinos euros.
Con perspectiva y/o desde fuera, probablemente; pero en el momento de estudiante menesteroso y desde dentro, pues ya tal.
Entonces, lo de publicar libros, (potencialmente) bien; lo de chantajear a tus conocidos para que los compren, incondicionalmente mal.
Yo tengo libros autopublicados. Si alguno te viene bien para ti o para amigos, familiares, allegados y conocidos, compra. Si no te viene bien ninguno, pues no compres, y nos quedamos tan amigos.
¡Un saludo!
Paco
P. S. En este correo quería hablar de otra cosa, pero al final se me iba a hacer demasiado largo, así que seguimos en el siguiente.