Por lo general, la gente sabe que la batalla de Zama supuso el final de la segunda guerra púnica.
Sin embargo, ese no fue el final de Aníbal ni de sus correrías.
Tras su jubilación forzosa como general cartaginés, estuvo deambulando por diversos reinos y ayudándolos, con tal de poder seguir haciendo la puñeta a los romanos.
En una de estas, se fue para Prusias, rey del Ponto, enemistado con Eumenes, rey de Pérgamo. Como Eumenes era amiguito de los romanos, la cosa le encajó a Aníbal.
Llegó el momento en que se vio en medio de una batalla naval en la que tenía las de perder, así que empezó a arrojar ollas de barro contra sus enemigos.
Por supuesto, estos empezaron a reírse, creyendo que estaban tan desesperados que tuvieron que recurrir a tan inefectivos proyectiles.
Poco les duró la risa, porque, en cuanto las ollas se partían en la cubierta, la invasión de culebras era tal que los marineros y soldados se veían impedidos para luchar, y así Aníbal volvió a salir victorioso cuando la derrota parecía inexorable.
De igual forma, cuando la gente no sabe por qué alguien que sabe de algo hace una cosa y aun así la critica, igual es porque no es consciente de la sesión previa de captura de serpientes.
Este tipo de cosas me pasan con cierta frecuencia, como cuando me escribió una traductora (gremio no poco aficionado a llorar por el concepto de intrusismo) criticando unos contenidos míos porque bla bla bla.
Claro, se perdió por completo el porqué de que mis contenidos fueran bla bla bla y no como a ella le parecía.
Entonces, si quieres que se te coman las serpientes, no tienes que hacer nada. Si quieres a tu lado al Aníbal del latín y griego desde cero: AcademiaLatin.com.
¡Un saludo!
Paco
P. S. La anécdota la cuenta, entre otros, Cornelio Nepote, sobre el que también trabajamos.