Cuando yo estaba en primero de Filología Clásica, teníamos que leer un libro, capítulo a capítulo, que luego comentábamos en clase.
En una de estas, el profesor me preguntó cuál era mi opinión sobre una cuestión concreta que ya, lógicamente, no recuerdo. Sí me acuerdo de que, más que una pregunta abierta, era una invitación a desmontar el argumento del autor.
Tampoco recuerdo mi respuesta exacta, pero fue en la línea de…
¿Quién soy yo para corregir a este señor que tiene publicado un libro en una editorial grande?
Cuando yo estaba todavía en primaria, durante varios años tuve como maestra a doña Mercedes, a la que todo el mundo llamaba «la pato» por su estilo al caminar. A mí doña Mercedes me tenía mucho cariño (antónimo de tener manía).
Supongo que en la asignatura de Conocimiento del Medio, nos explicaba que las ballenas comen plancton.
O eso decía mi libro. Ella decía que las ballenas comen plazton. (Ya se sabe que los hispanohablantes no somos amigos de las consonantes, y aún menos las oclusivas, en posición implosiva).
Me confundía mucho la discordancia entre lo que decía mi libro y lo que decía ella…
Ya más crecidito, en 4.º de ESO (15 años), estaba en una de esas asignaturas tipo Ética y Moral o como se llamara por entonces. Vaya, la típica asignatura maría que ningún profesor quiere dar y que le toca al último mono.
El último mono de ese año nos puso la película El pequeño salvaje de Truffaut y nos repartió un cuadernillo que él mismo había confeccionado. Con esto echamos un trimestre.
Del cuadernillo lo único que recuerdo es la transcripción de una parte de la película. La escena era algo así como que los niños normales pero cabrones se metían con el pequeño salvaje. Hasta que este, harto, empezó a pegarse con todos y, si mal no recuerdo, los puso en fuga.
Llega el profesor-cuidador del pequeño salvaje y, viéndolo alterado, intenta consolarlo diciéndole:
Haz hecho bien, haz hecho bien…
A mí eso me confundió muchísimo. Pero nadie más en la clase decía nada. Mejor me callaba, no fueran mis compañeros a tratarme a mí como al pequeño salvaje…
Tras estas tres historias verídicas se esconde lo mismo: el pensamiento de que alguien mayor no puede equivocarse.
Una tremenda tontería.
Sin embargo, creo que nadie te enseña lo contrario en la educación obligatoria. Más bien al contrario: el profesor es la autoridad y siempre tiene la razón. (Con suerte, esto estará cambiando ahora).
Bueno.
Yo, como cualquiera, también me equivoco a veces: erratas, gazapos, deslices, lapsus…
Algunas veces los errores son objetivos y en otras ocasiones la cosa es más subjetiva.
Desde luego, cualquiera puede tener una opinión divergente a la del autor de un libro.
Por supuesto, los hispanohablantes difícilmente pronunciamos [ˈplaŋkton]. Cuestiones de la fonotáctica española.
Lo de haz hecho… pues eso sí es un error. Podemos quedarnos con que es un error, o podemos querer ver qué se esconde tras ese error. En este caso, muy fácil: el último mono sesea y ha cometido hipercorrección.
Sobre cuestiones más filósoficas no tengo gran cosa que decir. De cuestiones lingüísticas, sí, porque tengo cursos de lingüística.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Para este correo irían muy bien el curso de fonética y fonología españolas y el de gramática histórica del español.