Algo que veo frecuentemente en entrevistas/conversaciones con grandes literatos y otra gente de cierta inteligencia y personalidad interesante es un hábito/consejo/recomendación.
Hay por ahí una frase de esas un poco cliché y manoseada por gente que no necesariamente las entiende por las redes sociales, aunque no por eso deja de tener razón:
Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro.
(Si no te la sabías, para un momento a pensar en su significado).
Antes de volver a los literatos y otra gente inteligente e interesante, aprovecho para citar un fragmento de Séneca que ya he citado alguna vez:
Lee siempre a autores solventes y, si alguna vez te apeteciera desviarte a otros, vuelve a los primeros.
Ahora sí, volvemos al principio. A menudo dicen que leen a X autor y/o Y libro cada año.
¿Es que no se lo saben ya o qué?
A ver, todos nos sabemos que (por ejemplo) don Quijote estaba loco y que si los libros de caballería blablablá.
Esa es la lectura para aprobar el examen de secundaria porque básicamente eso es a lo que un adolescente suele poder aspirar a entender.
Si nos leemos el libro a los 25, aun siendo la misma obra, la lectura será diferente.
Y lo mismo a los 30, y a los 35, y a los 40…
Claro, no es solo una cuestión de edad biológica.
El cambio de edad suele conllevar la acumulación de experiencia y experiencias vitales.
Por decirlo de una forma un poco poética: cada año, cada experiencia, etc., es otro cristal de un nuevo color a través del cual mirar lo mismo, lo que hace que lo que veamos sea diferente a las veces anteriores.
Entonces, cuando lleguemos a los 90, habremos visto y observado muchísimos más ángulos que un posadolescente…
… pero mucho mejor aún sería si pudiéramos usar tantos cristales de colores a los 20, o a los 30, o a los 40, o a los 50…
Y eso creo que es posible gracias al intercambio de opiniones, de puntos de vista, de interpretaciones.
Porque ni siquiera dos personas de la misma edad —ni siquiera de la misma edad y con la misma educación y formación— van a tener los mismos cristales de los mismos colores.
Lo enriquecedor es intercambiar, prestarse los cristales, combinarlos…
No en grupos de Facebook, ni de Telegram, ni de WhatsApp, ni en los comentarios de YouTube…
… sino en una comunidad de auténticos linguófilos.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Esto pasa hasta con las películas de Disney y similares: no te llevas lo mismo con cinco años que ya de adulto, y si prestas un poco de atención son aún mejores de mayor.