Por error, algunas personas recibieron el correo con las recomendaciones del mejor libro sobre la historia del español con el asunto test1.
Eso fue una metafórica cagada.
Pero hoy voy a hablar de cuando me cagué, literalmente, encima.
Quien me conozca de hace mil años quizá sepa que padezco la enfermedad de Crohn, que es una enfermedad inflamatoria intestinal.
Es lo que hay.
Me la diagnosticaron en mi primera adolescencia, pero es posible que este episodio cacatario fuera la primera manifestación palpable.
Estaría en quinto o sexto de primaria. Acababa de salir del cole e iba ya camino a casa cruzando el puente de Triana.
Entonces llegó uno de esos fulminantes apretones que dejan pocos segundos de margen.
Sabiendo que no tenía tiempo de llegar a casa, volví sobre mis pasos y entré en un restaurante, directo al cuarto de baño.
Aún recuerdo perfectamente que cuando salí tras un rato largo el camarero me dijo sorprendido: ¿Todavía estabas ahí?
Finalmente llegué a casa.
Unos días más tarde me vino mi madre, mucho más sorprendida que el camarero, con mis calzoncillos enzurrapados en la mano, preguntando qué había pasado.
Con tacto, sin drama, sin burla, pero con una lección para el futuro: Si alguna vez vuelve a pasarte esto, simplemente tíralos a la basura… ¡No los eches al cesto de la ropa!
💩💩💩
A cualquiera que esté leyendo esto eso le puede parecer del más básico sentido común.
Pero en mi pueril mente de diez u once años, que faltara un calzoncillo en el cajón parecía mucho peor —impensable— que meterlo con su palomino en el cesto de la ropa. (Al fin y al cabo, la lavadora lava, ¿no?).
Ni se me pasó por la cabeza que la solución era tan simple como sencillamente tirarlo y que nadie lo iba a echar de menos.
A veces hacemos las cosas que hacemos y como las hacemos porque creemos que es lo que y como hay que hacerlas.
Pero si no tenemos ni idea del tema, es muy probable que acabemos cagándola (ba dum, tschh 🥁).
Con tacto, sin drama, sin burla, te digo que, si quieres aprender latín, lo mejor no es comprarte un manual de gramática, ni tan siquiera entrar en el inframundo de webs de clases particulares y contratar de profesor a un estudiante.
En mi sesgada opinión, lo más razonable para la mayoría de la gente es mi curso de latín desde cero.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Sorprendentemente (o no), ese correo lo ha abierto mucha más gente que la media.