Ahora que se ha puesto (¿vuelto a poner?) de moda hablar de red flags («banderas rojas» que diríamos los que sabemos traducir red y flags), el otro día me topé con unas cuantas.
Por evitar cualquier tipo de linchamiento como ya le pasó a Lucy la teacher, diré el pecado mas no la pecadora.
Los indicios me hacen suponer que se trata de una filóloga (consumada o en ciernes) de Filología Catalana. Esto es importante porque los filólogos no deberíamos decir el tipo de cosas que he visto decir a ella (aunque en esas aulas de Dios hay aún profesores de Lengua diciendo que «solo» va con tilde cuando es adverbio y que lo contrario es destruir la lengua).
Bueno, volviendo al tema…
Entre los contenidos de la filóloga se encuentran los de la serie castellanismes prohibits, es decir, palabras o expresiones propias del castellano e impropias del catalán pero que los catalanoparlantes suelen usar cuando hablan catalán pero no deberían.
Por ejemplo (mío), en catalán no es *dehesa, sino devesa: decir dehesa cuando se habla catalán es un castellanismo. (Esto es, de paso, interesante, porque en catalán vemos esa v procedente de F intervocálica latina: defensa).
Otro ejemplo quizá más útil para el caso: tamany (por el castellano «tamaño») es un castellanismo porque en catalán las palabras propias son mida o talla.
Claro, si la gente acaba usando tamany por mida o talla, tarde o temprano tendrá que entenderse que la palabra está incorporada al catalán y punto pelota: será un castellanismo en origen, pero ya.
Lo que para mí es una megabandera roja es hablar de prohibiciones, porque los lingüistas no hacemos eso: prohibir es prescribir y la prescripción es caca lingüística.
No voy a entrar en si detrás de estas prohibiciones hay factores extralingüísticos (ejem), porque entonces entramos ya en zona peligrosa y tóxica.
Tampoco voy a entrar más en harina, porque no acabamos.
Pero sí hay —o al menos lo veo así yo— el aborrecible deseo de defender la lengua de las impurezas extranjeras.
Cosa difícil, innecesaria y lingüísticamente obtusa, y más en este caso si tenemos en cuenta que las catalanoparlantes son áreas de bilingüismo, diglosia, adstrato… El contacto estrecho y las influencias mutuas entre el catalán y el castellano son esperables y normales.
Bueno.
Sobre los estratos lingüísticos tengo un interesante contenido para entender no solo el mencionado adstrato, sino también el sustrato y el superestrato.
¡Un saludo!
Paco
P. S. ¿Te ha recordado a lo de los que defienden el español del inglés?
P. P. S. ¿Es «hay» con artículo definido un catalanismo en castellano?