En la primera versión (un poco cutre) de mi curso de latín desde cero, la teoría la explicaba directamente grabando la pantalla del ordenador y no se me veía a mí.
Solo se me veía a mí en las prácticas de análisis y traducción porque era demasiado rebuscado encontrar la forma de hacer eso sin que tuviera que salir yo.
Prácticamente todos los vídeos que tengo en YouTube son explicaciones sobre diapositivas (más o menos diapositivescas, pero diapositivas al fin y al cabo) y no se me ve a mí.
Esto no es porque yo me oculte deliberadamente por miedo escénico, vergüenza, qué dirán o cualquier otra razón de ese tipo, sino porque simplemente es más cómodo así, los vídeos ocupan menos y me lleva menos tiempo grabarlos y editarlos.
Si mi cara no aporta nada a los vídeos, como es el caso el 99 % de las veces, ¿para qué ponerla?
… y sin embargo eso no es exactamente así.
Objetivamente es cierto que el hecho de que se me vea a mí no aporta prácticamente nada a la información brindada…
… pero a la gente le gusta verte la cara, tus muecas y cómo gesticulas.
A la gente le gusta verte porque quieren ver que realmente es una persona como ellos quien les está contando cosas interesantes y, para algunos, arcanas.
Si mi cara hace que más gente consuma mis contenidos, ahí está mi cara.
Ojo, no lo hago por la atención. Lo hago porque más gente viendo mis vídeos no deja de ser, al fin y al cabo, más potenciales clientes. (Y gente culturizándose, que también está muy bien).
Mucha gente cae en la trampa de las vanity metrics, la vanidad en general, a veces incluso el narcisismo.
Si yo escribo un libro, no es para que me lo publique Planeta o Penguin o tal o cual, sino para difundir mis ideas y, por supuesto, ganar dinero.
A mí me da igual que mi libro esté en el escaparate de las librerías. Lo que quiero es que la transferencia de euros sea lo más grande y lo más frecuentemente posible.
Alguien a quien admiro bastante tiene libros autopublicados, libros publicados en editoriales grandes y libros autopublicados que luego pasó a editoriales grandes, y su conclusión de todo ello es bien clara: si quieres dinero, autopublícate.
A mí me han escrito varias editoriales ofreciéndome publicar algo con ellos. Independientemente de que yo tenga algo por escribir, simplemente no me interesa, incluso si son editoriales grandes e importantes y eso haría que mi madre fuera pregonando y yo fuera chantajeando a mis amigos para que compren MI LIBRO por 15 euros, de los que yo me llevaría uno.
Está claro que una editorial está para ganar dinero (eso lo tenemos en común) y, si hacen una oferta como esa a un matao como yo, es que tan matao no soy, o al menos no para su negocio.
Ven que tengo más de 100 000 personas que me siguen entre tal y cual red social, boletín, YouTube, etc., y con una pequeña cuenta hacen cálculos de cuánta gente podría, potencialmente, comprar lo que yo publicare.
Entonces me ofrecen un 8 % (ocho por ciento) de margen para vender principalmente a mis propios seguidores. (Porque realmente las editoriales lo que quieren no es tu libro, sino tus seguidores, y venderles).
Pues, hombre, para eso ya les vendo directamente yo quedándome entre el 70 y el 90 por ciento. En la portada no va a haber un pingüino, un planeta, una cabra o un arquero, pero en mi cuenta sí va a haber más dinero.
Aclaración importante: todo esto no lo digo criticando ni acusando. Ya digo que entiendo que una editorial está para ganar dinero. Pero yo también. Su negocio es mi antinegocio.
Bueno.
No sé cuánto pueda haberte interesado la perorata, ni especialmente a qué ha venido o por qué me ha dado por ponerme a escribirla.
De lo que sí estoy seguro es de que tengo cursos autopublicados que son mejores que cualquier libro-manual que puedas encontrar en cualquier librería.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Ya sé que los Pérez-Revertes, los Posteguillos y toda esa gente gana mucho dinero con las editoriales, pero es que yo sigo siendo un matao.