Entre las cosas que la gente me critica se encuentran mis contenidos hablando de pseudolingüística.
De linguoplanismo.
De ignorantes que dicen que las lenguas romances no proceden del latín.
De Yves Cortez y Carme Huertas.
Entonces los linguoplanistas vienen a criticarme porque soy un borrego, que disfrute los microchips de mis vacunas, que cuánto me pagan los jesuitas por ir defendiendo que las lenguas romances proceden del latín, etc.
Todo eso es tan absurdo y ridículo que es gracioso.
Curiosamente también me critica gente que está en contra de la pseudolingüística.
¿Y eso?
Porque, en su opinión, hablar de pseudolingüística —aunque sea para exponerla y refutarla— es dar pábulo a esas sandeces.
Entonces, según su opinión, lo mejor que uno puede hacer es no hablar de algo incluso si es para endreçar el tuerto.
Porque si no hablamos de las cosas, desmentimos la falsedad y tratamos de divulgar la información real… ¡el problema ni siquiera existe!
Bueno.
Suficiente sarcasmo por hoy.
Hace tiempo publiqué una especie de manifiesto en el que defiendo por qué creo necesario hablar de pseudolingüística.
El primer párrafo es así:
Son varias las personas que me han hecho saber su extrañeza y otros sentimientos e impresiones respecto al hecho de que, además de sobre filología y lingüística, hable sobre pseudolingüística: que es una pérdida de mi y su tiempo, y que yo lo que tengo que hacer es hablar de lo mío y no rebajarme a dar bombo y platillo a los pseudolingüistas y sus seguidores.
Hablo de cinco puntos:
- ¿Aumenta la exposición a la pseudolingüística?
- Mayor exposición de la información lingüística
- Enderezar a los indecisos
- Pérdida de tiempo por sesgo de confirmación
- Con la pseudolingüística también se aprende lingüística
Lo tienes aquí, en unas mil palabras.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Lo tienes hasta en formato audio por si te da un poco de pereza leerlo. Y si te gustan los pódcast, ¡suscríbete!
P. P. S. Lo de los jesuitas ni es broma ni ha sido un caso aislado.