El otro día recibí un boletín de una persona a la que admiro profesionalmente.
No le conozco personalmente, pero de las cosillas que sí conozco de su vida personal hay más de una y de dos que me chirrían.
Creo que fue en 2010 cuando en Chile se propuso darle el nombre de Pablo Neruda a un aeropuerto. En su momento la cosa quedó en nada y unos años más tarde reflotó para encontrarse con la oposición de grupos feministas porque «hay constancia» de que fue un abusador.
No sé.
En el boletín que me llegó el otro día, esta persona a la que admiro profesionalmente envió información no profesional sobre un libro que nada tiene que ver con su profesión.
La temática de ese libro es políticamente incorrecta, lo cual no tiene nada de malo en sí mismo porque la corrección política sí es un mal en sí mismo.
Lo malo de ese libro, pues, no es que fuera políticamente incorrecto, sino que basaba sus tesis en información falsa, inventada o manipulada, según pude investigar un poco por internet.
Si uno puede incluso resbalarse en su propia bañera de toda la vida, imagina lo fácil que es pegar un resbalón considerable en cuanto te sales de lo tuyo.
Que uno sea muy bueno en lo suyo no quiere decir que sea igualmente bueno en otras cosas.
Seguramente te haya pasado a ti: eres especialista en X y ves una película en la que sale un actor haciendo X. Como el actor no es especialista en X, sino un actor que simula ser especialista en X, le sacas cien faltas a la interpretación, pero la mayoría de la población que no es especialista en X no se daría cuenta de absolutamente nada.
No es difícil manipular en una materia X a gente que no sabe de X.
Por eso creo que es importante que un lingüista hable y exponga la pseudolingüística.
¡Un saludo!
Paco
P. S. Algunos empiezan creyéndose la pseudolingüística, luego siguen las pseudociencias y finalmente puede acabar inyectándose desparasitador de caballos (sin ser un caballo), con consecuencias potencialmente fatales.