Mi entonces novia y yo decidimos casarnos antes de toda la locura covid.
Con la cosa de que mi mujer no es española tuvimos que hacer averiguaciones extra de papeleos e incluso su madre tuvo que hacer papeleos en Polonia y desde allí enviarnos documentos.
Tuvimos que pasearnos y danzar entre varios funcionarios: cuando tienes un papel, llévalo a este otro, y entonces espera, y luego te llamamos en un día indeterminado entre mañana y el año que viene con…
Luego tocaba buscar algún sitio donde pudiéramos firmar los correspondientes papeles que algún juez nos pusiera por delante.
Pero entonces llegó la pandemia, el confinamiento y todo lo que ya sabemos.
Nunca llegué a recibir esa llamada… así que llamé yo y envié varios correos a diferentes direcciones que circulaban por internet.
Se hizo de rogar la cosa, pero finalmente la bola volvió a rodar.
Sorprendentemente, la lista de espera era de meses. No es que fuéramos a casarnos en la catedral de Sevilla ni nada de eso.
Una vez que decides casarte, lo normal es querer finiquitar los trámites cuanto antes y dejarlo hecho de una vez.
Empecé a llamar a los organismos que casaban personas en los diferentes pueblos de la provincia de Sevilla y finalmente conseguí cita en una fecha razonable.
A lo poco flexible y personalizable que es todo funcionarios mediantes se añadía hacer malabares con la disponibilidad de los polacos que tenían que venir a Sevilla.
Al final para nada, porque, cuando ya se acercaba la fecha, Polonia cerró puertas.
Van a faltar la mitad de los invitados.
Me llaman del juzgado: que solo podemos entrar los novios y los dos testigos de rigor.
Dicen en la tele que no pueden sentarse más de X personas en las mesas.
Y esto y lo otro.
A perro flaco todo son pulgas. Pero sarna con gusto no pica.
Siempre hay algo que obstaculiza lo que queremos, y hay veces que desgraciadamente no hay nada que podamos hacer.
Pero afortunadamente la mayoría de las veces es solo cuestión de tesón.
No tengo tiempo, no soy muy listo, soy muy mayor, soy muy joven, no se me dan bien las lenguas, soy tecnófobo…
Si yo conseguí casarme con una extranjera en plena pandemia en un plazo razonable de tiempo, lo más probable es que tú, si quieres, puedas aprender latín y griego.
¡Un saludo!
Paco
P. S. La idea era que un testigo fuera uno de mis padres, y el otro, la hermana o la madre de la novia. «Le pregunto al juez si puede ser: que no, que los testigos pueden ser extranjeros, pero tienen que hablar español».