Que cada uno de los mensajes que recibes de este boletín lo reciben igualmente otras más de 2000 personas es una obviedad. Así han funcionado siempre los boletines y creo que todos los que hayan llegado hasta aquí son perfectamente conscientes de ello.
Lo que no es necesariamente obvio es lo siguiente.
Algunos de los correos me toma escribirlos 5 minutos; otros, 10; otros, más de 15 o 20.
O sea: requieren un esfuerzo unas veces menor y otras mayor.
Aunque está feo que yo lo diga, algunos correos son miniobras (de arte), miniartículos, y podrían perfectamente publicarse en un blog o algo.
Por tanto, sería muy loco de mi parte enviarlos una vez, un día concreto, y que luego se pierdan para siempre.
¿Entonces?
Cada uno de los correos que escribo se añade a la cola de una cada vez más larga secuencia de correos.
Quien se apunta inicialmente al boletín recibe el primer correo de esa secuencia; luego, el segundo, etc.
Es decir: todo el mundo recibe los mismos correos en el mismo orden. No importa si alguien se apuntó en 2020 o en 2050: todos reciben todo.
Claro, esto implica que un determinado día haya gente recibiendo el correo 1, otra gente recibiendo el correo 78 y otra gente recibiendo el correo 1000.
Y esto también implica que haya gente, unos pocos elegidos por la fortuna, que sean la punta de lanza del boletín: los pioneros boletinianos: los que reciben los nuevos correos que escribo al día: los que, cuando tengo que pasar unos días sin escribir por la razón que sea, pasan unos días sin recibir nada.
O sea: los primeros que se apuntaron al boletín.
Quizá te preguntes si estás tú en este grupo.
Si estás recibiendo este correo en la segunda semana de marzo de 2021 (tiempo absoluto), sí; si no, pues no.
Si es que no, solo tienes que hacer los cálculos en relación con la segunda semana de marzo de 2021 (tiempo relativo) para saber con cuánto retraso vas en relación con los pioneros.
Hablando de relatividad, tengo un artículo en el que hablo de la cronología relativa en la evolución de las lenguas.
¡Un saludo!
Paco
P. S. ¡La cronología relativa es fundamental para la lingüística histórica!