En el día a día hablamos de deducir y deducciones de forma genérica para referirnos a lo que, realmente, son varios tipos de ducciones (usaremos esta palabra para referirnos a lo que genéricamente llamamos «deducción», para diferenciarla de la deducción en el sentido más estricto), cada una con sus características que las diferencian de las otras.
Sobre esto, lógicamente, hay multitud de contenidos. Sin embargo, estos vídeos de CrashCourse (en inglés) me parecen sumamente concisos y perfectamente explicados (concretamente, hacia la mitad del #2 y el #3 al completo).
A continuación haré un resumen-esquema de los puntos principales del vídeo, para referencia propia y ajena y para facilitar la comprensión y el aprendizaje de los conceptos. También añadiré alguna cosa de mi cosecha.
Contenidos del artículo
Premisas y silogismos
Como las creencias de las personas deben estar fundamentadas en razones, tenemos que entender alguna cosa sobe esas razones, que en filosofía se suelen llamar premisas: información que justifica una conclusión.
Un silogismo es, básicamente, la cuenta matemática resultante de dos premisas (sumandos) y la conclusión que se extrae de ellas (resultado). Es decir, las premisas X e Y implican la conclusión Z.
Por ejemplo:
- Premisa 1: todos los humanos son mortales
- Premisa 2: Sócrates es humano
- Conclusión: Sócrates es mortal
Deducción
Lo que acabamos de hacer es deducir en el sentido estricto de la palabra: si las dos premisas son verdaderas, la conclusión ha de ser verdadera, por lo que el razonamiento es válido.
Sin embargo, puede darse el caso de un razonamiento inválido incluso si las premisas son verdaderas y la conclusión también es verdadera.
Por ejemplo:
- Premisa 1: todos los humanos son mortales
- Premisa 2: Sócrates es humano
- Conclusión: Sócrates fue el maestro de Platón
Todo lo dicho es verdadero, pero la conclusión no tiene nada que ver con las premisas: la conclusión no se deduce de las premisas o, dicho de otro modo, las premisas no implican esa conclusión.
También podemos tener premisas verdaderas pero llegar a una conclusión falsa si el razonamiento es un non sequitur (por tanto, falaz):
- Premisa 1: yo soy mamífero
- Premisa 2: los gatos son mamíferos
- Conclusión: yo soy un gato
En el siguiente ejemplo vemos que la consecuencia es potencialmente falsa:
- Premisa 1: si estoy en Madrid, entonces estoy en España
- Premisa 2: estoy en España
- Conclusión: estoy en Madrid (pero no: estoy en Málaga, aunque sí que podría estar en Madrid, lo cual sería simplemente casualidad, no consecuencia de las premisas)
Es también interesante que entendamos cómo puede manipularse la información:
- Premisa 1: los hombres son animales inteligentes
- Premisa 2: las mujeres no son hombres
- Conclusión: las mujeres no son animales inteligentes
El problema aquí es que se ha usado torticera y capciosamente la palabra «hombre», pues en la premisa 1 el significado es de ‘persona (de cualquier sexo)’, mientras que en la premisa 2 el significado es de ‘persona macho’. Básicamente, con la apariencia de estar refiriéndonos a lo mismo, hemos usado de hecho dos conceptos diferentes, por lo que la conclusión no es verdadera.
La deducción propiamente dicha es la única forma de ducción que nos da una consecuencia cierta al cien por cien (siempre que el razonamiento haya sido correcto). El problema es que para ello se requiere partir de premisas que se sepa con certeza que son verdaderas, lo que suele causar que a menudo las deducciones sean sobre cosas bastante obvias.
Inducción
La inducción es un tipo de ducción en que usamos la experiencia del pasado para tratar de predecir el futuro. Es importante tener en cuenta que la inducción no es absoluta: incluso si las premisas de que se parten son correctas, la conclusión no tiene por qué darse realmente.
Por ejemplo: en el pasado las aspirinas me han calmado el dolor de cabeza, por lo que es razonable pensar que ahora también funcionará.
Desde luego que esto no tiene por qué ser así, pero, según los datos de que buenamente disponemos, la predicción tiene sentido y es posible que efectivamente ocurra.
Para verlo más claro, veamos otro ejemplo expuesto de forma más analítica:
- Premisa 1 (lo que sabemos): la mayoría de los hombres de la antigua Atenas tenían barba
- Premisa 2 (lo que sabemos): Sócrates era un hombre que vivía en la antigua Atenas
- Conclusión (inducción, lo que suponemos): Sócrates probablemente tenía barba
Como se ha dicho, la inducción no da certezas de que la conclusión sea correcta, incluso si las premisas lo son: la inducción trata de probabilidad, no de certeza.
Por tanto, es posible que en esta ocasión la aspirina no te ayude con el dolor de cabeza (aunque sí lo haya hecho en el pasado), o que Sócrates no tuviera barba.
Mediante la inducción tratamos, intentamos, predecir el futuro con los datos que ya tenemos, pero lógicamente el futuro no puede predecirse con certeza, por lo que a lo más que podemos aspirar es a intentarlo según lo que sí sabemos que ha pasado en el pasado bajo circunstancias análogas.
Abducción
La abducción es el tipo de ducción que saca una conclusión basada en la explicación que explica mejor la situación, en lugar de basarse en lo que dicen las premisas.
Como decía Sherlock Holmes:
Si eliminamos lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, tiene que ser la verdad.
El signo de los cuatro, Arthur Conan Doyle
La abducción no va desde las premisas hasta la conclusión, sino que va eliminando las explicaciones menos probables hasta que queda la más plausible, que se considera la conclusión.
Un ejemplo típico:
- Premisa 1: tú y tu amigo cenasteis sushi anoche
- Premisa 2: hoy los dos tenéis diarrea
- Conclusión (abducción, lo que suponemos): el causante de la diarrea es el sushi
Propiamente, el sushi no puede considerarse por defecto un causante de diarrea —¡nadie lo comería!—. Sin embargo, es razonable pensar que, si los dos tenéis diarrea y los dos cenasteis sushi, la culpa sea del sushi. Esa es la conclusión más adecuada según los datos de que disponemos.
Aun así, es posible que la conclusión no sea la correcta. Si resulta que el fin de semana los dos estuvisteis en una fiesta, y que varios asistentes a la fiesta (que no cenaron sushi anoche) también tienen diarrea hoy, ahora lo más probable es que la diarrea de todos sea causada por algún virus que circuló por la fiesta.
Vemos aquí, una vez más, que correlación no implica causalidad.
Una pregunta legítima: si la abducción es tan inestable, tan insegura, ¿por qué usarla, en lugar de la deducción o la inducción? Simplemente, es lo único a lo que se puede recurrir si no tenemos información del pasado (p. ej. el médico no sabe que estuvisteis en una fiesta y que otros asistentes también tienen diarrea, lo que adjudica la diarrea a la fiesta, no al sushi de anoche).
Precisamente por esto, es trabajo fundamental de un médico, un detective, etc., esforzarse por recolectar más información del pasado, para poder empezar a sacar conclusiones más fidedignas.
Argumentos, contraargumentos, contracontraargumentos, etc.
Tras todo lo dicho hasta ahora, cuando hacemos uso de alguna ducción es para dar un argumento basado en las conclusiones que hemos sacado.
Otra persona puede no estar de acuerdo con ese argumento-conclusión, por lo que puede contraargumentar, es decir, tratar de invalidar el argumento. Esto no se debe hacer mediante falacias (tú qué sabrás, tú ni eres filólogo, la última vez que hablaste del tema te equivocaste, me lo ha dicho mi padre que es X, etc.).
Por ridículo que parezca, Gorgias, rival de Sócrates, trató de difundir el rumor de que la barba de Sócrates no era real, lo que supuestamente significaría que, como los buenos filósofos tenían barba, la filosofía de Sócrates no podía ser buena.
Además de aportar información directamente falsa, el razonamiento es burdamente falaz, pues, incluso si es verdad que (la mayoría de) los buenos filósofos tienen barba, eso no quiere decir que carecer de barba implique ser mal filósofo: la barba no hace al filósofo, igual que el hábito no hace al monje.
Por el contrario, el contraargumento debe sustentarse en razonamientos similares a los de un argumento. Los contraargumentos pueden a su vez contraargumentarse (por tanto hablaríamos de un… contracontraargumento).
Así pues, un contraargumento contra Gorgias podría ser: Gorgias es conocido por ser rival de Sócrates y un difamador, y la historia de la barba-peluca de Sócrates tiene visos de ser absolutamente disparatada. Por tanto, no podemos fiarnos de lo que nos diga Gorgias, sino que debemos descartar esa (des)información y volver a la anterior información de la que disponíamos, que es la mejor posible por el momento, hasta que consigamos obtener más.
El método socrático
Se trata de llegar a la verdad mediante un intercambio de ideas entre interlocutores, en lugar de una transmisión pasiva de la información (véase una clase magistral, en la que el profesor habla y el alumno se limita a tomar apuntes).
Quizá el punto más importante de este apartado es el siguiente: el diálogo-conversación no busca obtener un vencedor y un perdedor, sino simplemente acercarse conjuntamente, mediante el intercambio de ideas y el debate, a la verdad.
Si alguien te contraargumenta y no puedes contraargumentar ese contraargumento, tu deber es seguir investigando para a tu vez contraargumentar o, de hecho, aceptar el contraargumento de la otra persona. En ambos casos, estarás más cerca de la verdad.