Para entender el concepto de tecnopalabrería o tecnoverborrea (ocasionalmente tecnoguirigay), descompongamos primero estas palabras:
- tecno‑ hace referencia al tecnicismo (DLE: «Cada una de las voces técnicas empleadas en el lenguaje de un arte, de una ciencia, de un oficio, etc.»)
- ‑palabrería, ‑verborrea y ‑guirigay hacen referencia, respectivamente, a la «abundancia de palabras vanas y ociosas» (DLE), a la «abundancia excesiva de palabras en la elocución» (parafraseando el DLE) y al «lenguaje oscuro y difícil de entender» (DLE).
Por consiguiente, de forma estricta no estaríamos hablando de lo mismo («palabrería» hace referencia a lo vano y ocioso, mientras que «verborrea» pone el énfasis en el exceso), aunque nosotros usaremos ambas palabras, «tecnopalabrería» y «tecnoverborrea» con el mismo significado, fusionando ambos matices.
Así pues, la tecnopalabrería o tecnoverborrea hace referencia a la práctica frecuente en las pseudociencias, incluyendo la pseudolingüística, de usar desmesurada, injustificada y a menudo erróneamente (pueden incluso inventarse ad hoc) la terminología y tecnicismos del campo en cuestión.
Por lo general, el principal propósito de la tecnopalabrería es causar en el oyente o lector el efecto «no he entendido ni una palabra de lo que ha dicho, pero hay que ver lo bien que habla» y parecer que se sabe de lo que se habla; curiosamente, el tecnocharlatán también cae en el defecto contrario: hablar imprecisamente o con tecnicismos obsoletos en lugar de tecnicismos reales.
A menudo todo esto va acompañado de la presentación de datos espurios.
Contenidos del artículo
Ejemplos de tecnopalabrería
⚠️ ¡En proceso!
Un cambio de orden sintáctico no es baladí, es mucho más profundo de lo que pudiera parecer, porque desmonta el puzle completo de este mecanismo autoorganizativo, modifica la hiperincursión a nivel epigenético.
Carme Huertas en No venimos del latín
El rumano presenta fonemas consonánticos fricativos y africados y la vocal media neutra que encontramos en el catalán.
Carme Huertas en No venimos del latín
En todo el libro no se usa ni una vez el término más científico y difundido «schwa», y su símbolo fonético [ə] solo aparece dos veces, una de ellas por casualidad (al copiar y pegar una transcripción fonética del francés).
Otras formas de tecnopalabrería
Otras prácticas no constituyen exactamente tecnopalabrería, pero sí tienen muchas características y objetivos en común.
Sesquipedalismo
El propio término es un ejemplo de sesquipedalismo: usar palabras largas, rimbombantes, a menudo con multitud de morfemas y acumulación de sufijos.
Ejemplos clásicos son «aperturar» por «abrir» y «problemática» por «problema(s)». Es cierto que algunas veces hay matices que diferencian la palabra común de la sesquipedaliana, pero la mayoría de las veces es simple gusto por el archisilabismo.
Picadillo de palabras
También conocido como «ensalada de palabras», incluso «rebujina de palabras», pero me gusta más «picadillo» por el propio concepto de ‘picar, cortar, mutilar’…
Igual que en un picadillo se añaden diversos ingredientes y complementos y luego se mezcla todo de modo que al meter la cuchara se saque un poco de todo sin poder elegir qué te vas a meter en la boca, el picadillo de palabras es usar un montón de palabras —a menudo tecnopalabrería, pero no solo— puestas juntas sin que tengan ningún sentido.
El lego en la materia en cuestión, no siendo consciente de que se la están jugando, no será capaz de darse cuenta de que está siendo manipulado para que piense que el picadillero habla muy bien y sabe mucho del tema. Por el contrario, cualquiera que sepa mínimamente del cuenta será capaz de ver el ardid.
Picoteo de temas
Pese al parecido, no debe confundirse con el picadillo de palabras. El picoteo de temas es una forma de verborrea en la que alguien va saltando de un tema a otro, normalmente relacionados aunque sea un poco, sin terminar de decir lo que se esperaba del tema anterior, sin llegar a ninguna conclusión, etc.
Todo esto causa una especie de bucle o vacío en el que hay muchos temas en el aire, pero ninguno de ellos llega a nada, por lo general porque efectivamente no hay ninguna conclusión que se pueda sacar.
La finalidad es escapar de la obligación de sacar conclusiones a la vez que se abruma al interlocutor con un montón de temas cuyo único objetivo es aparentar argumentación sin darla.
Gaslighting
La tecnopalabrería y sus formas afines (especialmente el picadillo de palabras y el picoteo de temas) suelen ir acompañados de gaslighting (hace referencia a la luz del gas… No importa su etimología).
A menudo, la tecnoperorata se cierra no con una conclusión, sino con gaslighting, es decir, empequeñeciendo con algún comentario a la parte a la que estamos —supuestamente— contraargumentando, tratándola de loca, desorientada, ridícula, hipersensible, etc. Muy frecuentemente, el gaslighting va inmediatamente precedido por comentarios falaces y manipuladores con sarcasmo.
Para entenderlo mejor, veamos un par de ejemplos:
Evidentemente, ¡no se esperó a que los romanos capturaran eslavos para designarla! La lástima es que en latín esclavo se llamaba SERVUS, por lo que la explicación raya el ridículo.
Carme Huertas en No venimos del latín
Deberían vivir en un estado de absoluta angustia por no saber utilizar correctamente un verbo en condicional y estarían obligados a gesticular por culpa de la falta de conectores… ¡Es ridículo!
Carme Huertas en No venimos del latín
Qué no es tecnopalabrería
Aunque es cierto que los tecnicismos a menudo suponen una barrera de entrada para el inicialmente profano en la materia (p. ej. si no sé de fonética, no sé de qué me hablas con «distribución complementaria de los alófonos de un fonema»), los tecnicismos bien y oportunamente empleados son necesarios para la exposición de los contenidos.
Esto es así porque los tecnicismos hacen referencia a conceptos más o menos complejos de forma rápida y libre de ambigüedad. Por ejemplo, sería muy difícil referirse a la distribución complementaria de los alófonos de un fonema sin usar los tecnicismos adecuados: el circunloquio se haría insoportable.