
Actualmente estoy trabajando en la obra de título (no definitivo, pero bastante) que ves justo arriba. Se trata de mi traducción y adaptación de la publicación de Winifred Margaret Lambart Hutchinson, concretamente de su The Muses’ Pageant (volumen tres, y último capítulo del primero).
Se venderá en formato electrónico (en Kindle, pero también en pdf, epub… independiente de Amazon) y en papel (en principio, solo en Amazon) a partir de abril de 2023 (quizá antes).
Quiero hacer una preventa para ofrecer diversos beneficios a quienes lo adquieran antes de la fecha oficial de lanzamiento. Dado que no me es posible hacer la preventa para la versión en papel, se limita a la versión digital.
El ciclo tebano en prosa ligera, siguiendo las fuentes antiguas
De la introducción de la autora original (con alguna adaptación mía)…
Tebas, una ciudad que siempre tuvo un papel pequeño en la historia de Grecia (excepto cuando se alzó en efímera supremacía gracias al genio de Epaminondas), aun así podía presumir de sus glorias legendarias, que sin duda superaban las de Esparta o Atenas.
La historia de su fundación por Cadmo, que mató al dragón, era un estupendo cuento de hadas; su buena fortuna, coronada por el matrimonio con una hija de los dioses, fue proverbial en la Hélade; también lo fue la sabiduría de su descendiente Edipo, que resolvió el acertijo de la Esfinge.
Sus murallas con siete puertas, construidas mágicamente con la lira de Anfión, había soportado un asedio solo menos famoso que el de Troya; dentro de ellas había nacido el más humano de los dioses y el más divino de los héroes: Dioniso y Heracles, las joyas de la corona de las alabanzas que Píndaro dedicó a su ciudad natal.
Pero, como no se olvida de recordarnos, la ley según la cual «por cada bien que un mortal recibe de los dioses, igualmente ha de recibir dos males» estaba ejemplificada en la casa real tebana, y esto hizo su historia buena baza para la tragedia griega.
Además de una buena cantidad de obras de las que solo nos quedan los títulos, los Siete contra Tebas de Esquilo, las Bacantes y las Fenicias de Eurípides, la Antígona, el Edipo rey y el Edipo en Colono de Sófocles trataban diversos episodios de aquella oscura crónica.
La información relativa a las fuentes literarias usadas es probablemente mejor darla aquí que, como es habitual, en forma de apéndice:
- La primera parte (Cadmo, y Zeto y Anfión) contiene material repartido por las obras de los dramaturgos, poetas líricos y mitógrafos.
- La segunda parte (Dioniso y Penteo) es esencialmente una versión narrativa en prosa de las Bacantes de Eurípides; el contenido anterior al que trata propiamente sobre Penteo (esto es, Sémele, el nacimiento de Dionisio y el episodio de Licurgo) se basan en referencias de la misma obra de Eurípides y en la Ilíada (VI, 129-140).
- La última parte (desde Edipo hasta Antígona) ofrece igualmente una versión narrativa en prosa de las siguientes cuatro obras, según el orden de los episodios de los que tratan:
- Edipo rey, de Sófocles
- Siete contra Tebas, de Esquilo
- Edipo en Colono, de Sófocles
- Antígona, de Sófocles
Estas tragedias, aunque relacionadas por su temática, no formaban una trilogía ni cuatrilogía, y hay incluso algunas discrepancias de detalles y personajes entre ellas, respecto a las que aquí se ha llegado a un compromiso.
¡Compra en preventa!
Comprar en preventa significa que compras antes de que puedas obtener lo que compras, por lo que a cambio pagas menos que el precio final. Si tienes dudas o sospechas de que te vaya a estafar y a quedarme con tu dinero, por favor, no compres.
Hay dos opciones, de las que puedes elegir la que más te convenga:
Versión en pdf, epub…
- Podrás descargar los archivos pdf, epub, etc., para leerlos en cualquier dispositivo compatible con estos formatos
- Para todos los países en que funcionen las tarjetas de crédito/débito o PayPal
- Tu nombre (o nick, etc., según tu elección) aparecerá en la lista de mecenas (tanto en versión digital como en papel)
Versión Kindle
- Podrás leerlo en tu Kindle o en cualquier dispositivo con la app gratuita de Kindle
- Solo para países donde funcione Amazon Kindle
- No aparecerás en la lista de mecenas (por limitaciones de la propia Amazon; ya lo siento)
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Algunas respuestas…
Ante posibles preguntas, sus respuestas.
¿Por qué no hay preventa en papel?
Para la versión en papel haré uso de Amazon KDP, concretamente del servicio de impresión bajo demanda de Amazon, que, por tanto, depende al 100 % de Amazon, que actualmente no permite hacer preventas de libros en papel.
Si compro en preventa, ¿tendré al menos un descuento para la versión en papel?
Lamentablemente, Amazon no permite hacer tal cosa, por lo que la respuesta es que no.
¿Por qué los beneficios son distintos en Kindle y en lo demás?
Nuevamente, por cuestión de limitaciones impuestas por Amazon. En resumen, Amazon no me muestra quién ha comprado, por lo que la única forma de saberlo sería que cada uno me lo fuera diciendo manualmente y por supuesto aportando pruebas; esto es demasiado esfuerzo para ambas partes, y, simple y llanamente, no estoy dispuesto a hacerlo ni hacértelo hacer. Al menos, como la opción con más beneficios está disponible a todo el mundo, es algo justo.
¿Es para niños, para jóvenes, para adultos…?
En principio, no está especialmente destinado a niños; dicho de otra forma, no es una adaptación en ese sentido. Probablemente lo más seguro sea decir que es para adultos y para jóvenes interesados en la materia (incluyendo a estudiantes de clásicas de bachillerato, que luego los llevan al teatro a ver tragedias y se aburren soberanamente por no saber qué está pasando).
¿Es una novela, un ensayo…?
No es un ensayo, ni se limita a ser un resumen de las obras en que se basa; tampoco es una novela mitológica (retelling). Probablemente lo más adecuado sería decir que es un relato en prosa que reúne, homogeneiza y allana los contenidos de las fuentes antiguas. Puedes echar un vistazo al primer capítulo.
¿Cuál es su extensión?
La extensión será de unas 60 000 palabras (unas 260 páginas). Como referencia, El capitán Alatriste tiene unas 52 000; Carrie, de Stephen King, unas 61 000; el primero de Las crónicas de Narnia, unas 64 000.
¿No es esto hacer trampas o vulgarizar la sublimidad esquilea, sofoclea y euripidea?
No. Los griegos podían comprender las tragedias (y a Homero, etc.) porque ya conocían de antemano el hilo argumental, el contexto, los personajes, etc. Para que una persona actual pueda disfrutar las tragedias, igualmente necesita conocer los contenidos de antemano, y este libro es una estupenda forma de conseguirlo.
¿Cuál será el precio oficial?
Salvo causa de fuerza mayor, el precio oficial será de 9,99 € para las versiones digitales; para la versión en papel, la que corresponda según gastos de impresión, etc., pero puedo imaginarme que entre 15 y 20 €.
¿Cómo me enteraré de cuándo está disponible para descargar?
Si precompras en Amazon, serán ellos los que te lo enviarán automáticamente a tu dispositivo; en la otra opción, recibirás un aviso al correo que uses para efectuar la precompra.
Si la obra es de dominio público, ¿por qué tengo que pagarte a ti por ella?
La obra original en inglés sí es de dominio público. Mi traducción, adaptación, edición, etc., no. Por supuesto, eres libre de buscar el original en inglés y leerlo gratuitamente.
¿Pondrás tu ebook para descargar gratis unos días, como haces a veces?
No, por simple respeto a quienes decidan comprar durante la preventa: el mejor momento para comprar será durante la preventa.
¿Qué pasará con el dinero en caso de que no salga adelante el crowdfunding?
Esto es una preventa, no un crowdfunding, o sea: la publicación del libro va a tener lugar seguro, independientemente de cuánta gente compre durante la preventa. Aclarado eso, si tienes dudas o sospechas de que te vaya a estafar y a quedarme con tu dinero, por favor, no compres.
Capítulo de prueba
A continuación tienes el primer capítulo, para que puedas ver cómo es el estilo, etc. El texto es la traducción inicial, aún pendiente de revisar, corregir, etc., por lo que puede tener alguna cosilla que no estará en la edición final.
Cadmo, el fundador de Tebas
Había una vez un rey en Fenicia, la tierra de las palmeras, cuyo nombre era Agénor; y tenía tres hijos y una hija, llamada Europa, la princesa más encantadora en todas las tierras del este.
Un día en que Europa fue con sus amigas a los pastos que había junto al mar a recoger azafrán silvestre, mientras arrancaba las flores, un noble toro, blanco como la leche, se le acercó muy mansamente y se quedó allí parado ante la princesa, mirándola con sus amables y lustrosos ojos.
Sus amigas se asustaron, pero ella les dijo:
—¡Niñas, no hay nada que temer! Mirad, este toro es más manso y cariñoso que un cordero. ¡Qué animal más hermoso! Nunca había visto algo parecido entre las greyes de mi padre. ¡Este tiene que ser el mismo rey de los toros! Y me mira como si supiera que le estoy rezando.
Tras decir eso, le acarició el ancho cuello a la bestia, que al momento se arrodilló ante ella, arcercando la majestuosa cabeza al suelo.
—¡Qué toro más amable! —gritó Europa, divertida—. ¿Me estás invitando a montar en tu lomo?
Y de forma juguetona se subió a las espaldas del toro. El animal se levantó con suavidad y empezó a caminar hacia la playa. Al principio iba muy despacio, y las demás muchachas, tranquilas de ver aquello, bailaban alrededor del toro y le tiraban flores a Europa, que se protegía de los coloridos proyectiles riéndose.
Pero cuando llegaron junto a las olas del mar, el toro se zambulló con un impetuoso bramido que aterrorizó a las jóvenes: se metió directo entre la espuma y nadó a toda prisa mar adentro, con su jinete a las espaldas.
En vano gritó Europa pidiendo ayuda, en vano sus amigas llenaron el aire de chillidos: ¡tán rápido desapareció entre las olas que apenas pudieron ver su lindo rostro mirando hacia la orilla, mientras con una mano les hacía señales y con la otra se sujetaba al cuerno del toro!
Cuando el rey Agénor escuchó lo que le había ocurrido a su hija, enloqueció de pena, pues Europa era la luz de sus ojos, tres veces más querida que cualquiera de sus hijos. Así que les dijo a los muchachos:
—No hay duda de que no ha sido un simple toro el que se ha llevado a Europa, sino algún vil hechicero que tomó esa forma para engañarla. Ahora uno de vosotros ha de ir en busca de ese bribón, matarlo y traer a vuestra hermana a casa: de lo contrario, no tardaré en morir de pena.
Entonces Cadmo, el hijo más joven, que quería a su hermana y era de ánimo intrépido, respondió que él iría encantado a cumplir la misión.
—¡Ve inmediatamente, pues! —dijo el rey—. Y procura no volver a Fenicia hasta que hayas encontrado a mi amada hija, o mi maldición sobre ti será terrible.
Así pues, Cadmo cruzó el mar, visitando muchas islas, y llegó a Grecia, y allí la buscó durante un año, pero no tuvo noticias de Europa. Entonces escuchó hablar del oráculo de Apolo en Delfos y allí fue a preguntarle al dios, que le dio esta respuesta por medio de la inspirada sacerdotisa:
—Abandona tu búsqueda, príncipe fenicio, pues tu destino no es encontrarla. Basta con que sepas que Europa es la amante del propio Zeus, que la ha hecho reina de una próspera región, donde vive esplendorosa y felizmente. En cuanto a ti, esta tierra de Grecia será tu nuevo hogar, y también prosperarás aquí. Ve ahora al valle de Pitón, y verás una novilla roja sola en el camino: síguela hasta que se eche a descansar, y en ese lugar construirás una ciudad.
Y Cadmo, fiándose de la palabra del dios, salió inmediatamente del templo junto a sus sirvientes, y la novilla roja lo llevó por los campos hasta que llegaron a un frondoso valle donde se cruzaban dos arroyos, y se levantaba una colina justo donde coincidían los cauces; la novilla subió la colina y se echó a descansar en la verde hierba.
Era un hermoso lugar, pero solitario, y Cadmo se preguntaba cómo había de construir una ciudad sin nadie que lo ayudara excepto los pocos sirvientes que iban con él; sin embargo, no le falló su fe, y decidió comenzar erigiendo un altar a Atenea, la patrona de su casa, y allí le sacrificó a la novilla.
Mandó a sus hombres ir a por leña, mientras él mismo formaba y apilaba montones de tierra para el altar. En la arboleda donde fueron a buscar leña había una fuente consagrada a Ares, el dios de la guerra, que había puesto a custodiarla a un dragón, el más terrorífico de su especie.
En cuanto los sirvientes entraron en la arboleda, el monstruo se echó sobre ellos y se comió a dos de los desgraciados en un abrir y cerrar de ojos. Los demás salieron corriendo y le rogaron a su señor que huyeran para salvar su vida. Pero Cadmo, tras desenvainar su espada, se metió en la arboleda y, antes de que la tremenda bestia pudiera moverse, le cortó la cabeza de un tajo.
En el mismo instante vio a una doncella ante él, ataviada con una armadura reluciente, un casco y un escudo de oro, blandiendo una larga lanza, y supo que se trataba de la propia Atenea.
—¡Héroe! —le dijo—, has actuado con valentía, y has de recoger una maravillosa cosecha por tu valor. Toma los dientes del dragón y espárcelos por aquí y por allí, como el sembrador esparce semillas.
Y cuando Cadmo lo hubo hecho, una hueste de hombres armados brotaron del suelo, y se lanzaron furiosamente los unos contra los otros hasta que solo quedaron cinco supervivientes. Entonces la diosa hizo un gesto con su lanza y al punto esos cinco guerreros soltaron las espadas y permanecieron inmóviles.
—Cadmo, estos cinco guerreros —dijo Atenea— son los más poderosos, como tú mismo has presenciado, de la poderosa hueste del dragón. Serán llamados espartos, pues nacieron de la tierra tras ser esparcidos los dientes del dragón, y serán los primeros habitantes de tu nueva ciudad, y serán los fundadores de un linaje de guerreros que llegará a ser famoso por generaciones.
Tras decir eso, Atenea se marchó, y Cadmo, con la ayuda de los espartos, se puso inmediatamente a construir una ciudadela en lo alto de la colina, y la llamó Cadmea.
Pero Ares, lleno de cólera por la muerte del dragón, y aun así temiendo tocar a un hombre bajo la protección de Atenea, se quejó amargamente ante Zeus y todos los olímpicos de que un mortal hubiera matado a su sirviente y profanado su arboleda sagrada con sangre.
Atenea se levantó y habló en defensa de Cadmo, e intercambiaron acaloradas palabras ella y el dios de la guerra, y ya habrían llegado a las manos —¡tan vehemente era la disputa!—, si Zeus no les hubiera ordenado contenerse y someter el tema a votación entre los demás dioses.
Los olímpicos votaron que Cadmo era culpable de asesinato, y Ares clamó por la condena a muerte; pero Zeus dijo:
—No morirá, pues he visto su piedad para con nosotros y la integridad de su alma; además, no sabía que el lugar donde mató al dragón era territorio sagrado. Por tanto, esta es mi sentencia: construirá un templo a Ares en ese lugar, y le servirá allí como esclavo todo un año olímpico.
El año olímpico equivale a ocho años humanos, por lo que durante ese tiempo Cadmo sirvió como carpintero y aguador en el templo de Ares. Gracias a su diligente servicio y su vida inmaculada se ganó el favor de todos los inmortales, incluido el propio dios de la guerra, de modo que, cuando hubieron pasado los ocho años, le otorgaron un honor al príncipe fenicio del que nadie había gozado antes.
Y es que Ares y Afrodita le entregaron como esposa a su hija, la adorable Harmonía. Todos los dioses acudieron al banquete en Cadmea, y las divinas musas se encargaron de la música nupcial.
Muchos años después de aquello, Cadmo se convirtió en sinónimo de buena suerte: en la guerra o en la paz, cualquier cosa que él hiciera acababa bien. Conforme sus riquezas y poder aumentaban, más y más gente se le unía, y a los pies de su ciudadela fue formándose una ciudad bien poblada. Tras varios años, gobernaba un reino tan amplio como cualquier otro en la Hélade.
Sin embargo, hay un antiguo dicho que dice que por cada bien que un hombre recibe de los dioses, igualmente recibe dos males, y eso es precisamente lo que acabó pasándole a Cadmo.
Su tercera hija, Autónoe, junto a sus hermanas, había rechazado y blasfemado contra Dioniso, por lo que el dios la enloqueció también a ella. Vagó frenética por muchas tierras hasta que se encontró con un adivino sagrado, uno de los hijos de Apolo, que la curó y se casó con ella por su belleza.
Se trataba de Aristeo, a quien había alumbrado la ninfa cazadora Cirene, y gozaba de las dotes paternas de la curación y la adivinación, de modo que después de su muerte fue muy venerado como un dios.
Autónoe vivió contenta unos cuantos años y ya creía que solo ella de entre sus hermanas había escapado a la venganza… pero la alcanzó al final. Y es que su único hijo, Acteón, un apuesto joven al que le encantaba la caza, fue a dar un día, por casualidad, al arroyo donde la diosa virgen Ártemis se estaba bañando; y, como se quedó mirando impúdicamente a la diosa desnuda, sufrió un terrible castigo, pues, en cuanto la diosa cazadora lo vio, lo convirtió en un ciervo y acabó despedazado por sus propios perros de caza. Y su madre, al enterarse de aquello, se suicidó por no poder soportar la pena.