
Este libro narra la historia y leyenda de Guillermo Tell y los patriotas suizos que liberaron su país de los malvados gobernadores austriacos. Tras sufrir los abusos de los enviados de Alberto de Austria, varios patriotas se deciden a acabar con su tiranía y expulsar a los austriacos de Suiza. La gota que había colmado el vaso fue la terrible burla del gobernador Gessler, que había obligado a Guillermo Tell a disparar a cien pasos de distancia una manzana… colocada sobre la cabeza de su propio hijo.
Esta publicación narra de forma ligera y simple las aventuras de Guillermo Tell y los patriotas suizos, a medio camino entre la historia y la leyenda. Se trata de una traducción de la versión de H. E. Marshall, bien conocida entre el público angloparlante por sus obras de historias y leyendas para niños.
La historia está llena de momentos emotivos y emocionantes. Sin embargo, pocos son los hispanohablantes familiarizados con Guillermo Tell, salvo su nombre, por la famosísima Obertura de Guillermo Tell de la ópera de Rossini. Ahora, por fin, el relato está disponible en español para todos los públicos.
Índice de contenidos
El libro, de unas 15 000 palabras de extensión, tiene los siguientes capítulos:
- Gessler y Landenberg, los terribles gobernadores
- La historia de Arnold de Melchtal
- La historia de Gessler y Stauffacher
- La instalación del gorro de Austria
- El encuentro de los tres patriotas
- El juramento de Rütli
- El gran tiro de Guillermo Tell
- La fuga de Guillermo Tell
- El segundo disparo de Tell
- La toma del castillo de Rossberg
- La toma del castillo de Sarnen
- La muerte del emperador Alberto
- La batalla de Morgarten
Muestra gratuita
Odio cuando tengo que comprar cosas a ciegas. Por eso quiero que, antes de gastarte un céntimo, puedas ver (además del índice de contenidos, que ya lo acabas de ver) una muestra del contenido y del estilo.
Este es el primer capítulo, «Gessler y Landenberg, los terribles gobernadores»:
Muy lejos, en el mismo corazón de Europa, hay un pequeño país llamado Suiza. No está rodeado del mar azul, sino que por todas partes tiene fronteras con otros países. Parece maravilloso que en los feroces días de antaño, cuando imperaba la ley del más fuerte y los reyes y príncipes grandes y poderosos eran dueños del mundo por medio de la lucha y la conquista, aquel pequeño país de Suiza no hubiera sido conquistado y absorbido por alguno de los grandes países que había alrededor. Pero los suizos siempre han sido un pueblo valiente e intrépido; en el mismo corazón de Europa su país ha estado libre y a salvo por cientos y cientos de años.
Sin embargo, hace muchos, muchos años, uno de los grandes príncipes de Europa trató de conquistar Suiza y arrebatarle la libertad a su pueblo. Pero la gente luchó tan valerosamente que, en lugar de ser vencidos, ellos vencieron a los tiranos y los rechazaron.
En aquellos tiempos remotos, los países de Europa estaban distribuidos de forma muy diferente a la actual. El gobernador más poderoso de Europa era el emperador, y su imperio era el Sacro Imperio Romano Germánico. Este imperio estaba dividido en muchos estados, y sobre cada uno de ellos gobernaba un príncipe o rey que tenía al emperador como gobernante supremo. Cuando moría un emperador, su hijo no le sucedía en el trono, sino que los reyes y príncipes se reunían y elegían a otro emperador de entre ellos.
Suiza era uno de los países bajo el mando del emperador. Pero los suizos eran un pueblo libre. No tenían rey o príncipe, sino tan solo un gobernador, que era designado por el emperador.
Austria era otro de los Estados del gran imperio, y en un momento dado un duque de Austria fue nombrado gobernador de Suiza. Suiza es un país de gran belleza, lleno de montañas, lagos y valles, y este duque echó su avariciosa mirada sobre ella y de inmediato anheló poseerla por completo.
Pero los suizos no querían ceder su libertad; y tres cantones, como se llaman las partes en que se divide Suiza, se unieron entre sí y juraron defenderse los unos a los otros y nunca someterse a Austria.
Uri, Schwyz y Unterwalden es como se llamaban los tres cantones. Se los conocía como los Cantones del Bosque a causa de los hermosos bosques que había en las laderas de las montañas. Un poco más tarde se les unió un cantón más. Estos cuatro cantones están alrededor de un lago que, precisamente por ello, se llama Lago de los Cuatro Cantones.
Un día ocurrió que Alberto, duque de Austria, fue elegido como emperador. Era el hijo de aquel duque que ya había sido gobernador de Suiza, y se regocijó muchísimo, pues se decía a sí mismo que ahora sí que sería señor y amo de Suiza; y es que, aunque los suizos se habían resistido al duque de Austria, no se atreverían a resistir al emperador, o eso pensó él. Por tanto, envió a dos nobles ante los suizos para que hablaran con ellos y los convencieran de aceptarlo como su rey.
—Prometed que vuestro país pertenecerá al duque por siempre —dijeron estos nobles—, y él os cuidará y amará como si fuerais sus hijos. No sois lo suficientemente fuertes como para resistir a un gran enemigo, pero él os protegerá. No os pide esto porque quiera apoderarse de vuestros ganados y rebaños, sino porque ha oído de su padre y ha leído las viejas historias de lo valerosos que sois. El duque Alberto ama a los hombres valientes. Os llevará a la batalla y a la victoria, y os enriquecerá con el botín, y os dará grandes recompensas, y cuando llevéis a cabo valerosas hazañas os nombrará caballeros.
Algunos de los hombres de Suiza se dejaron persuadir de pertenecer a Austria, pero los ciudadanos más destacados y nobles y todo el pueblo de los tres cantones respondieron:
—Decid a vuestro señor que, en su papel de duque, nunca olvidaremos que su padre fue un valiente líder y un buen gobernante, y que amaremos y respetaremos a su linaje por siempre, pero deseamos permanecer libres. Decidle que, en su papel de emperador, seremos leales al imperio como siempre lo hemos sido. Como emperador, ha de contentarse con eso.
Así, los heraldos volvieron ante Alberto y le dijeron lo que la gente había declarado. Cuando oyó el mensaje, se enfadó mucho. Miró sombríamente a los nobles, mordiéndose los dedos e hincando los talones en el suelo mientras escuchaba. Finalmente gritó:
—¡Aldeanos soberbios! ¡Que no se someterán! Entonces los obligaré a ello: los doblaré y los romperé como a una rama. Se ablandarán y se someterán cuando haya acabado con ellos.
Pero Alberto ya estaba en medio de disputas con los príncipes de su imperio, quienes, aunque lo habían elegido como emperador, ahora lo odiaban y despreciaban. Así pues, por un tiempo, Alberto no tuvo recursos para ocuparse de Suiza, pero no se olvidó de los suizos, y de vez en cuando intentaba que lo reconocieran como su rey.
Pasaron varios meses y el emperador no designó a ningún gobernante para Suiza. Finalmente, el pueblo, sintiendo que debían tener algún gobernador, envió heraldos al emperador, rogándole que designara a alguien, tal y como habían hecho todos los emperadores antes que él.
—Deseáis un gobernador —rugió Alberto, mientras los heraldos estaban en pie ante él—. Pues un gobernador tendréis. Volved a casa y aguardad su llegada. A quien os envíe, a ese habréis de obedecerlo en todo.
—Siempre hemos sido obedientes con las leyes, majestad —dijeron los heraldos.
—¿Eso creéis? —dijo Alberto con desdén—. Procurad sedlo, o lo pagaréis con vuestras vidas y bienes, y destruiré por completo vuestra libertad.
Entonces, muy tristes en su corazón, los heraldos regresaron a casa.
Cuando se hubieron ido, Alberto sonrió sombríamente para sí mismo y dijo:
—No se someterán, pero los oprimiré y maltrataré hasta que los obligue a la rebelión. Entonces lucharé contra ellos y los conquistaré, y finalmente Suiza será mía.
Unos días después, Alberto hizo llamar a dos de sus amigos. Estos hombres se llamaban Hermann Gessler y Beringer de Landenberg.
El emperador Alberto sabía muy bien que Gessler y Landenberg eran adustos, duros y despiadados, y por ello los elegió gobernadores de Suiza. También los eligió porque eran austriacos, y sabía que los suizos los odiarían.
—Señores míos —les dijo cuando llegaron—, durante largo tiempo os he observado y me he dado cuenta del celo y amor que tenéis por mi trono y mi persona. Por ello, he decidido recompensaros. A vos, Hermann Gessler, os nombro gobernante de los cantones de Uri y Schwyz, y a vos, Beringer de Landenberg, de Unterwalden.
—No tengo palabras con que agradecer a su majestad —dijo Gessler, con una reverencia.
—Su majestad me honra demasiado —dijo Landenberg, con una reverencia aún mayor.
—Son un pueblo salvaje y rebelde adonde os envío —prosiguió el emperador—; son tan feroces e indisciplinados que debéis tomar soldados con vosotros para hacerlos cumplir las leyes. Les cobraréis impuestos a los aldeanos para pagar a los soldados. Castigaréis a todos los malhechores con severidad. No consentiré rebeldes dentro de mi imperio.
—Entendemos, majestad —dijo Gessler.
—Su majestad recibirá obediencia —dijo Landenberg.
Tras una nueva reverencia, se marcharon y, reuniendo a sus hombres y caballos, pusieron rumbo a Suiza.
Cuando Gessler y Landenberg tomaron posesión allí, comenzaron los días difíciles y amargos, pues se deleitaban en oprimir al pueblo. Los llenaron de impuestos, y no se podía comprar o vender nada, pues los gobernadores exigían una gran parte del dinero. La falta más leve era castigada con largas sentencias y abultadas multas. La gente estaba triste y abatida, pero seguían sin someterse a Austria.
—Dios nos dio a un emperador para interponerse entre nosotros y nuestros enemigos —decían—; pero ahora el emperador se ha vuelto nuestro mayor enemigo. Si nos mantenemos leales al imperio, puede que este emperador muera, y que se elija a otro más amable con nosotros. Si nos sometemos a Austria, perderemos nuestra libertad por siempre. Roguemos a Dios que nos dé paciencia. Puede que el emperador muera pronto. Entonces, con un nuevo emperador, Austria no tendrá ningún poder sobre nosotros.
La leyenda de Guillermo Tell, de H. E. Marshall y Paco Álvarez
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Algunas respuestas
Quizá tengas preguntas. Aquí las respuestas.
¿El libro es para niños?
Efectivamente, el libro es para niños, a partir de unos 9 años.
¿Hay dibujos o imágenes?
El interior del libro es todo texto. La única imagen que hay es la de la portada.
¿Cómo va de políticamente correcto?
En esta ocasión he tenido que hacer pocas adaptaciones, más allá de algunas referencias excesivas a la religión, Dios, etc., cuando no aportaban nada a la historia y eran demasiado pesadas; también he quitado o suavizado alguna cosa que me resultaba excesivamente cruel o de discursos patrioteros (y aun así quedan por ahí).
¿Puedo probar antes de comprar?
Sí: prueba este fragmento con el primer capítulo completo para ver si es el estilo que esperas.
¿Necesito un dispositivo específico para el formato ebook?
No es necesario que tengas un dispositivo Kindle: puedes descargar en tu teléfono, tableta u ordenador la aplicación gratuita de Kindle para leer ahí la obra.
¿Qué diferencia hay entre la versión digital y en papel?
Además de la obvia, ninguna: el contenido en ambas versiones es idéntico.
Si te interesa el tema económico, mi parte de beneficios es la misma en la versión digital y en papel (céntimo arriba, céntimo abajo).
No puedo/quiero comprar en Amazon
El libro es autoeditado y autopublicado y por el momento solo está disponible en Amazon porque es ahí donde lo he autopublicado. Por el momento no tengo pensado publicarlo en ninguna otra plataforma. 🤷♂️
El audiolibro sí está fuera de Amazon, por lo que puedes comprarlo sin pasar por ahí.
¿Tienes más?
De hecho, ¡sí! Desde humanistasenlared.com/libros puedes ver todo lo que tengo publicado, pero te lo pongo más fácil.
Estos son los libros juveniles sobre mitología griega que tengo publicados por ahora (¡más en camino!):
Para adultos (y jóvenes interesados):
¡Y también sobre historia del mundo clásico!
- La historia de los griegos
- La historia de los romanos
- Los grandes griegos de Plutarco
- La expedición de los diez mil
Y como no solo de clasiqueo vive el hombre, también tengo leyendas medievales adaptadas para todos los públicos:
- La leyenda de Beowulf
- La leyenda de Roncesvalles
- La leyenda de Guillermo Tell y los libertadores de Suiza
- La leyenda de Robin Hood
- La leyenda del rey Arturo (medio plazo)
¡Y ahora vamos más allá en la historia!