
Este libro narra la historia y leyenda de Robin Hood, el famoso héroe que robaba a los ricos para dar a los pobres. Cuando el rey Ricardo Corazón de León se marcha de Inglaterra para luchar en la tercera cruzada, el país queda en manos del despótico príncipe Juan Sintierra. Será entonces cuando los problemas comiencen para Robin, que tendrá que refugiarse en el bosque de Sherwood, donde se le unirán muchos otros compañeros como Pequeño Juan, el fraile Tuck o lady Marian.
Esta publicación narra de forma ligera y simple algunas de las aventuras de Robin Hood y sus Hombres Alegres. Se trata de una traducción de la versión de H. E. Marshall, bien conocida entre el público angloparlante por sus obras de historias y leyendas para niños.
Índice de contenidos
El libro, de unas 17 000 palabras de extensión, tiene los siguientes capítulos:
- Cómo Robin acabó viviendo en el bosque de Sherwood
- El encuentro de Robin Hood y Pequeño Juan
- La boda de Allan A’Dayle
- Robin Hood y el carnicero
- Robin Hood y el obispo
- Robin Hood y lady Marian
- Robin Hood y la flecha de plata
- Robin Hood y el rey Ricardo
- La muerte de Robin Hood
Muestra gratuita
Odio cuando tengo que comprar cosas a ciegas. Por eso quiero que, antes de gastarte un céntimo, puedas ver (además del índice de contenidos, que ya lo acabas de ver) una muestra del contenido y del estilo.
Este es el primer capítulo, «Cómo Robin acabó viviendo en el bosque de Sherwood»:
Hace muchos, muchos años, gobernaba Inglaterra un rey llamado Richard Cœur de Lion, es decir, Ricardo Corazón de León. Puede parecer extraño que un rey inglés tuviera un nombre francés, pero es que, más de cien años antes de que reinara Ricardo, un duque francés llamado Guillermo había derrotado a los ingleses en una gran batalla en Inglaterra, y entonces se proclamó rey de todo el sur de la isla.
Y Ricardo Corazón de León era el tataranieto de Guillermo, que, por haber conquistado a los ingleses, fue conocido como Guillermo el Conquistador.
Guillermo había llevado consigo a Inglaterra a muchos franceses, concretamente normandos, que era como se llamaban los franceses del norte al servicio del duque. Estos normandos, aunque eran todos pobres, eran muy orgullosos y altivos. Fueron con el duque Guillermo a ayudarle en la expedición contra Inglaterra porque les había prometido darles mucho dinero y tierras como recompensa.
El duque Guillermo no tenía entonces mucho dinero ni tierras él mismo, por lo que, cuando derrotó a los sajones, como se llamaban los ingleses entonces, les arrebató las tierras y las casas, el dinero y el ganado, y se los dio a los normandos. Los sajones, como habían sido derrotados, acabaron siendo los siervos de los orgullosos franceses normandos, los nuevos amos de Inglaterra.
Así fue como ocurrió que estos dos pueblos se mezclaron en Inglaterra, aunque al principio cada uno hablaba su propia lengua (los normandos, francés antiguo, y los sajones, inglés antiguo) y se odiaban los unos a los otros.
Y así fue durante largo tiempo. Incluso cuando Ricardo Corazón de León se hizo rey, más de cien años después de la llegada de su tatarabuelo Guillermo, todavía había mucho odio entre los normandos y los sajones.
Ricardo Corazón de León, como es fácil deducir de su nombre, era valiente y noble. Amaba el peligro, a los hombres audaces y las hazañas valerosas. Odiaba todo tipo de actos ruines y crueles y a los cobardes que los cometían. Siempre estaba listo para ayudar a los débiles contra los fuertes, y, si se hubiera quedado en Inglaterra después de ser coronado rey, podría haber hecho muchas cosas buenas. Podría haber enseñado a los soberbios nobles normandos que la nobleza verdadera reside en ser bueno y amable con los menos poderosos y afortunados, y no en la ferocidad y en la crueldad.
Pero la verdad es que el propio Ricardo no era sumiso ni dócil: era muy feroz y terrible en batalla. Le encantaba pelear con los que eran más fuertes y tenían mejores armas que él. Se habría avergonzado de pelear contra los más débiles.
Ricardo no se quedó mucho tiempo en Inglaterra. Muy muy lejos de allí estaba Palestina, el país de Jesucristo; pero en aquella época estaba en manos de los musulmanes, y los cristianos de entonces creían que era un pecado permitir que los musulmanes vivieran en Tierra Santa. Por tanto, reunieron grandes ejércitos de todos los países cristianos y se fueron a tratar de recuperarla, y, aunque lucharon con valentía, los musulmanes seguían teniéndola bajo su poder.
Entonces, el valeroso rey Ricardo de Inglaterra dijo que él también quería luchar por el país de Jesucristo, por lo que juntó todo el dinero que pudo encontrar y reunió a todos los hombres valerosos que quisieron ir con él, y entonces se fue de Inglaterra para ir a Tierra Santa.
Antes de irse, convocó a dos obispos que él consideraba buenos y sabios, y les dijo:
—Cuidad de Inglaterra mientras yo no esté. Gobernad a mi pueblo bien y sabiamente, y os recompensaré a mi regreso.
Los obispos prometieron hacer lo que el rey había ordenado. Entonces, se despidió y zarpó a la guerra.
El rey Ricardo tenía un hermano llamado Juan. El príncipe Juan era muy diferente del rey Ricardo en todos los aspectos. No era en absoluto bueno, y estaba celoso de que Ricardo fuera rey, y ahora se había enfadado aún más, porque Ricardo había elegido a los obispos, no a él, para gobernar mientras estaba luchando en Palestina.
En cuanto Ricardo se hubo marchado, Juan fue ante los obispos y les dijo:
—Debéis dejar que reine yo mientras el rey no está.
Y los obispos se lo permitieron. Realmente, Juan deseaba con toda su alma hacerse rey y no permitir que Ricardo volviera a sentarse en el trono.
Ahora comenzaron tiempos terribles para los sajones. Juan trataba de agradar a los altivos normandos porque eran grandes y poderosos, y esperaba que de esta forma los nobles lo ayudaran a ser rey. Creía que la mejor forma de agradarles era darles tierras y dinero. Como él no tenía nada de esto —de hecho, ¡en la historia es conocido como Juan Sintierra!—, se los quitó a los sajones y se los dio a los normandos. De esta forma, muchos de los sajones volvieron a quedarse sin casa y tenían que vivir en los bosques que recorrían gran parte de Inglaterra por aquel entonces.
Entre los pocos nobles sajones que quedaban y que habían podido conservar sus tierras y dinero, había uno llamado Roberto, conde de Huntingdon. Tenía un solo hijo, llamado también Roberto, pero la gente lo llamaba Robin. Todo el mundo lo apreciaba. Era alto, fuerte, apuesto y siempre estaba de buen humor, por lo que a todas horas en su casa había música y risas. También era valiente e intrépido, y no había mejor arquero en toda la región. Pese a todo esto, era amable y cariñoso, y nunca hacía daño a los débiles ni despreciaba a los pobres.
Pero Roberto de Huntingdon tenía un terrible enemigo. Un día, este enemigo fue con muchos soldados, decidido a matar al conde y quedarse con sus bienes y tierras. Hubo una pelea feroz y terrible, y al final Roberto y todos sus hombres murieron. Arrasaron su casa hasta los cimientos y se llevaron todo su dinero.
Solo Robin se pudo salvar, porque era tan buen arquero que ningún soldado se atrevía a acercársele para matarlo o hacerlo prisionero. Luchó valerosamente hasta el final, pero, cuando vio que su padre estaba muerto y que su casa estaba en llamas, ya no tuvo coraje para seguir luchando. Por tanto, tomó su arco y sus flechas y huyó al gran bosque de Sherwood.
Tuvo que correr mucho, pues los hombres del príncipe Juan lo iban siguiendo de cerca. No tardó en alcanzar los confines del bosque, pero no se detuvo allí. Siguió avanzando, metiéndose por las profundidades del bosque entre la sombra de los árboles. Finalmente se tiró a los pies de un gran roble y hundió la cara en la hierba verde y fría.
Tenía el corazón lleno de cólera y feroces pensamientos de venganza. Unos hombres crueles le habían arrebatado todo en un único día: su padre, su hogar, sus sirvientes, su ganado, su tierra, su dinero, incluso su nombre… todo estaba perdido. Estaba magullado, hambriento y exhausto. Aun así, mientras seguía hundiendo la cara en la hierba y agarrando el húmedo musgo y apretándolo entre sus dedos, no era congoja o dolor lo que sentía, sino un amargo deseo de venganza.
Los árboles, grandes y solemnes, ondeaban suavemente sobre su cabeza ante la brisa de verano; el sol del atardecer emitía los últimos rayos de dorada luz entre las sombras; los pájaros cantaban, los ciervos corrían por el sotobosque, y las ardillas de aguzados ojos saltaban silenciosamente de rama en rama. Por todas partes había calma y paz, excepto en el furioso corazón del pobre Robin.
A Robin le encantaba el bosque. Le encantaban las vistas y el olor, y los sonidos y profundos silencios que había en él. Para Robin, era como si fuera una madre cariñosa que le abría sus amplios brazos. Finalmente sintió algo de consuelo y empezó a llorar y a sollozar agitadamente mientras estaba tumbado en la hierba. La amargura y la furia se habían derretido en su corazón, y ahora solo quedaba la pena.
A la tenue luz de la noche, Robin se arrodilló con la cabeza descubierta sobre la hierba y rezó. Entonces, aún con la cabeza sin cubrir, se puso de pie e hizo un juramento:
Juro honrar a Dios y al rey,
ayudar a los débiles y luchar contra los fuertes,
coger de los ricos y dar a los pobres.
¡Que Dios me ayude con su poder!Entonces se echó en la hierba bajo los árboles, con su buen arco a su lado, y se quedó dormido al momento.
Y así fue como Robin Hood acabó viviendo en el bosque de Sherwood y comenzó sus maravillosas aventuras.
La leyenda de Robin Hood, de H. E. Marshall y Paco Álvarez
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Por el momento (y no espero que esto cambie próximamente) el libro (en papel y Kindle) solo puede adquirirse a través de Amazon. Disculpa si no está disponible en tu país.
Algunas respuestas
Quizá tengas preguntas. Aquí las respuestas.
¿El libro es para niños?
Efectivamente, el libro es para niños, a partir de unos 9 años.
¿Hay dibujos o imágenes?
El interior del libro es todo texto. La única imagen que hay es la de la portada.
¿Cómo va de políticamente correcto?
En esta ocasión he tenido que hacer pocas adaptaciones, más allá de algunas referencias excesivas a la religión, Dios, etc., cuando no aportaban nada a la historia y eran demasiado pesadas; también he quitado o suavizado alguna cosa que me resultaba innecesariamente cruel. Por tanto, ha quedado bastante bien.
¿Puedo probar antes de comprar?
Sí: prueba este fragmento con el primer capítulo completo para ver si es el estilo que esperas.
¿Necesito un dispositivo específico para el formato ebook?
No es necesario que tengas un dispositivo Kindle: puedes descargar en tu teléfono, tableta u ordenador la aplicación gratuita de Kindle para leer ahí la obra.
¿Qué diferencia hay entre la versión digital y en papel?
Además de la obvia, ninguna: el contenido en ambas versiones es idéntico.
Si te interesa el tema económico, mi parte de beneficios es la misma en la versión digital y en papel (céntimo arriba, céntimo abajo).
No puedo/quiero comprar en Amazon
El libro es autoeditado y autopublicado y por el momento solo está disponible en Amazon porque es ahí donde lo he autopublicado. Por el momento no tengo pensado publicarlo en ninguna otra plataforma. 🤷♂️
El audiolibro sí está fuera de Amazon, por lo que puedes comprarlo sin pasar por ahí.
¿Tienes más?
De hecho, ¡sí! Desde humanistasenlared.com/libros puedes ver todo lo que tengo publicado, pero te lo pongo más fácil.
Estos son los libros juveniles sobre mitología griega que tengo publicados por ahora (¡más en camino!):
Para adultos (y jóvenes interesados):
¡Y también sobre historia del mundo clásico!
Y como no solo de clasiqueo vive el hombre, también tengo leyendas medievales adaptadas para todos los públicos:
- La leyenda de Beowulf
- La leyenda de Roncesvalles
- La leyenda de Guillermo Tell y los libertadores de Suiza
- La leyenda de Robin Hood
- La leyenda del rey Arturo (medio plazo)