
Este libro narra la vida y conquistas de Napoleón Bonaparte, uno de los personajes más famosos e influyentes de los últimos siglos. Nacido en una familia italiana en la isla de Córcega, durante su infancia se trasladará a Francia, donde aprenderá francés y comenzará a luchar por su nueva patria, avanzando poco a poco en el escalafón militar como oficial de artillería, para luego comenzar su incursión política desde cónsul hasta emperador. Gracias a su genio militar, conseguirá poner en jaque a la mayor parte de Europa.
Esta publicación cuenta de forma ligera y simple la vida de Napoleón, desde su infancia hasta su muerte. Se trata de una traducción de la versión de H. E. Marshall, bien conocida entre el público angloparlante por sus obras de historias y leyendas para niños.
Índice de contenido
El libro, de unas 18 000 palabras de extensión, tiene los siguientes capítulos:
- Los inicios de Napoleón
- Napoleón como oficial del ejército
- Napoleón en Egipto
- Napoleón como cónsul
- Napoleón como emperador
- Napoleón y Prusia
- Napoleón en España
- Napoleón en Rusia
- Napoleón, emperador de Elba
- La última batalla de Napoleón
Muestra gratuita
Odio cuando tengo que comprar cosas a ciegas. Por eso quiero que, antes de gastarte un céntimo, puedas ver (además del índice de contenidos, que ya lo acabas de ver) una muestra del contenido y del estilo.
Este es el primer capítulo, «Los inicios de Napoleón»:
Al sur de Europa hay un mar azul y soleado conocido como Mediterráneo. En este mar, bastante cerca de la costa de Italia, está la isla de Córcega, muy bonita, escarpada y llena de montañas. Está habitada por gente robusta y valiente y, como a todos los pueblos montañeses, les encanta la libertad. Pero durante cientos de años la isla perteneció a la República de Génova; y por fin, gracias a un líder llamado Paoli, se levantaron y lucharon por su libertad: lucharon tan bien, de hecho, que casi expulsaron por completo a los genoveses. De inmediato los genoveses les pidieron ayuda a los franceses, pero finalmente, exhaustos por la lucha, le vendieron la isla a Francia.
Los corsos, es decir, los habitantes de Córcega, se enfadaron mucho por eso. ¿Qué derecho tenían los genoveses de venderlos, como si fueran ganado, a ningún otro dueño? Por tanto, siguieron luchando, ahora contra los franceses, igual que habían hecho contra los genoveses.
Entre los que luchaban se encontraba Carlos María Bonaparte y su valiente esposa, Letizia. Bonaparte era italiano, pero durante muchos años su familia había vivido en Córcega. Era de familia noble, aunque en Córcega había poca diferencia entre los nobles y los pastores: todos eran tan pobres como orgullosos. Letizia era joven y hermosa, pero eso no impidió que participara en las labores de la guerra. Siguió a su marido incluso al campo de batalla, y a menudo estaba en medio del peligro, entre balas, aunque ella no temía nada y solo pensaba en la seguridad de su marido y en la libertad de su país. Por empinados y estrechos pasos de montaña, por bosques sin caminos, por arroyos sin puentes, Letizia seguía a su marido. Era tan solo una muchacha, pero tenía el corazón de una heroína, y no se rindió hasta que la lucha resultó ser en vano.
Y es que Francia era grande, y Córcega, pequeña; por muy valiente que fuera la gente, se vieron obligados a rendirse. Su isla pasó a formar parte de los dominios franceses, y el líder Paoli tuvo que huir por mar.
Allí, en aquella pequeña isla, casi antes de que el fragor de la batalla hubiera terminado, entre la gente llena de rabia y amargura contra sus conquistadores, un caluroso día de agosto de 1769 nació el hijo de Carlos y Letizia Bonaparte. Le pusieron de nombre Napoleón, un nombre que habría de hacerse famoso en todo el mundo en los siglos venideros.
Napoleón tenía varios hermanos y hermanas, y su madre, que solo tenía una sirvienta, disponía de poco tiempo para cuidar de sus hijos, por lo que dejaba que jugaran en una habitación grande. Las paredes y el suelo de esta habitación estaban vacíos, y solo había juguetes. Allí podían hacer cualquier cosa que les apeteciera. Podían pintar y garabatear las paredes, y jugaban a juegos de todo tipo. Napoleón siempre dibujaba soldados marchando a la batalla, y solo jugaba con un tambor y una espada de madera. También organizaba batallas entre los niños del barrio, y Napoleón siempre era el líder y hacía que los demás lo obedecieran. No le tenía miedo a nadie, y mordía, arañaba y pegaba a cualquiera, grande o pequeño. Siempre estaba haciendo ruido y de pelea, e intimidaba y acosaba a sus hermanos y hermanas, y especialmente a José, que era mayor que él.
Pero algunas veces, incluso cuando aún era muy pequeño, se ponía de mal humor y se iba a caminar solo, negándose a hablar o jugar con los demás. Era un niño desordenado y poco aseado, y no le importaba su forma de vestir. Sobre el rostro casi marrón se extendían sus cabellos lisos y oscuros, y vestía de forma que probablemente tenía pintas de salvaje y alocado.
Cuando Napoleón tenía unos cinco años, lo enviaron a una escuela para niñas regentada por unas monjas; pero no estuvo mucho tiempo allí, pues lo enviaron a una escuela para niños, junto a su hermano José. Allí, los niños de la clase se colocaban unos frente a otros, en dos filas, cada una bajo una bandera. Una era la bandera de Cartago, y la otra representaba la de Roma, que tenía escrito S. P. Q. R., o sea, Senatus Populusque Romanus, que en latín significa ‘Senado y Pueblo de Roma’.
De esta forma, se suponía que los niños competirían por ver qué grupo sería mejor que el otro durante las clases, cuál aprendería más, como en una especie de guerra de conocimientos entre los romanos y los cartagineses.
Como Napoleón era el más joven de los dos hermanos, lo pusieron en el grupo de Cartago. Pero a él no le gustaba aquello en absoluto, pues sabía que los romanos habían sido siempre los conquistadores, y él quería estar en el bando ganador. Por tanto, José, al que no le importaba mucho, se cambió con Napoleón y le permitió que él fuera romano.
A Napoleón le gustaban más los soldados que ninguna otra cosa, y deseaba serlo de mayor. Todas las mañanas, antes de ir a la escuela, le daban una rebanada de pan blanco. Solía dársela a un soldado a cambio de una rebanada del pan marrón típico del ejército. A su madre no le agradaba aquello.
—¿Por qué cambias tu pan blanco y blandito por pan marrón? —le preguntó un día.
—Porque, si voy a ser soldado —respondió Napoleón—, debo acostumbrarme a comer pan de soldados. Además, me gusta.
Como le gustaban tanto los soldados, su padre y su madre decidieron que debía formarse como tal. Un día de diciembre, un barco zarpó desde Córcega, y Carlos Bonaparte y sus dos hijos, José y Napoleón, iban en él rumbo a Francia. Napoleón aún no tenía diez años, y José era apenas un año mayor. José iba a ser sacerdote, y Napoleón, soldado.
Los niños iban a la escuela de una población llamada Autun. Al principio, José era un poco tímido, pero, como era una persona alegre y jugaba con los otros niños, no tardó en hacer amigos.
Por su parte, Napoleón era callado y melancólico. Su rostro oscuro tenía aspecto malhumorado y, en lugar de jugar con los demás, prefería quedarse solo. Por esta razón, los niños se burlaban de él. Lo llamaban el corso cobarde y le recordaban constantemente que su isla había sido conquistada por Francia. Al principio, Napoleón no hacía caso, pero un día, de repente, les gritó a los niños:
—Si los franceses hubieran sido cuatro contra uno, jamás habrían ocupado Córcega; ¡pero eran diez contra uno!
Aunque José era más popular, Napoleón era mucho más inteligente. No tardó en aprender a leer y hablar francés (hay que recordar que ellos en casa siempre habían hablado italiano), pero, aunque aprendió muy pronto y muy bien, a menudo cometía errores, especialmente al escribir. Algunos decían que escribía con muy mala letra para disimular sus faltas de ortografía.
Aquel niño solitario y malhumorado no se quedó mucho tiempo en Autun. Unos tres meses después, su padre fue para llevárselo a la academia militar de Brienne. Pero José sí se quedó en Autun. Los dos hermanos nunca habían estado separados, y, aunque Napoleón acosaba a José, se tenían mucho cariño. Ahora que estaban en una tierra extranjera, lejos de casa, entre gente que hablaba otro idioma, parecían quererse más que antes. Cuando supieron que debían separarse, José rompió a llorar; pero Napoleón se esforzó por hacer ver que no le importaba. Su rostro oscuro solo se puso más malhumorado que de costumbre. Pero, por mucho que lo intentó, no pudo contener las lágrimas, y se le escapó una.
Al principio, Napoleón no era feliz en su nueva escuela, aunque iba vestido de uniforme y se preparaba para ser soldado. Sufría de una terrible nostalgia. Le dijeron que debía estar en la academia seis años, que para un niño de nueve parecían una eternidad.
Como Napoleón era tímido, callado y malhumorado, sus compañeros se burlaban también de él. Lo apodaron «Paja en la Nariz», porque decían que siempre tenía la nariz en el aire, y que «Napoleón» sonaba parecido en francés: la paille au nez. También se burlaban de él por su procedencia: «Sois un lugar conquistado, un pueblo de esclavos», le decían.
Pero un invierno, cuando Napoleón llevaba unos cuatro años en la academia, los muchachos estaban en unas lecciones sobre cómo construir terraplenes y fortificaciones. Les enseñaron los nombres de los diferentes tipos de fuertes, para qué servían y la mejor forma de atacarlos y defenderlos. Esto le dio una gran idea a Napoleón: propuso que construyeran una fortaleza de nieve y que la atacaran y defendieran como soldados.
A todos les encantó la idea. Napoleón trazó las líneas del fuerte, y al momento todos estaban trabajando con la pala y la carretilla construyendo a toda prisa bajo las órdenes de Napoleón.
Cuando el fuerte quedó terminado, los niños se dividieron en grupos y lucharon con bolas de nieve. Napoleón era el general y daba órdenes a ambos bandos, unas veces a los asaltantes y otras a los defensores. Los profesores estaban mirando muy complacidos, animando a los muchachos que mostraban más astucia y coraje.
Pronto, se divulgó la historia del fuerte, y la gente acudía de los alrededores para observar las batallas, que se celebraron mientras hubo nieve; pero el sol de marzo la derritió, y con eso terminaron los asaltos y las batallas de bolas de nieve. Los profesores no se disgustaron demasiado, ya que muchos niños se resfriaban constantemente de jugar tanto tiempo en la nieve. En cuanto a Napoleón, ahora estaba más seguro que nunca antes de que la vida de un soldado era la más grandiosa posible, y supo que había nacido para que otros lo obedecieran.
Napoleón nunca aprendió griego, y su latín no era demasiado bueno. Le encantaban las historias de los héroes griegos y romanos, pero tenía que leerlas en versiones traducidas. Le parecía una pérdida de tiempo tratar de leerlas en una lengua muerta o extranjera. Sí se le daban bien la aritmética y la geometría. También le gustaban las clases de geografía, pero, sobre todo, le encantaba la historia. Siempre que tenía un rato libre, se ponía a leer, especialmente la historia y las vidas de los grandes hombres del pasado. De hecho, se dedicaba a leer en lugar de jugar con los demás, por lo que nunca se desarrolló demasiado físicamente.
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Algunas respuestas…
Ante posibles preguntas, sus respuestas.
¿El libro es para niños?
Efectivamente, el libro es para niños, a partir de unos 9 años.
¿Hay dibujos o imágenes?
El interior del libro es todo texto. La única imagen que hay es la de la portada.
¿Cómo va de políticamente correcto?
Por la temática de la historia, es imposible eliminar por completo todas las referencias hostiles respecto a la religión musulmana; aun así, se ha hecho el máximo esfuerzo por suavizar todo rastro de xenofobia, odio a los otros, etc.
¿Puedo probar antes de comprar?
Sí: prueba este fragmento con el primer capítulo completo para ver si es el estilo que esperas.
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El libro es autoeditado y autopublicado y por el momento solo está disponible en Amazon porque es ahí donde lo he autopublicado. Por el momento no tengo pensado publicarlo en ninguna otra plataforma. 🤷♂️
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Estos son los libros juveniles sobre mitología griega que tengo publicados por ahora (¡más en camino!):
Para adultos (y jóvenes interesados):
¡Y también sobre historia del mundo clásico!
Y como no solo de clasiqueo vive el hombre, también tengo leyendas medievales adaptadas para todos los públicos:
- La leyenda de Beowulf
- La leyenda de Roncesvalles
- La leyenda de Guillermo Tell y los libertadores de Suiza
- La leyenda de Robin Hood
- La leyenda del rey Arturo (medio plazo)
¡Y ahora vamos más allá en la historia!