Un argumento pseudolingüístico para mantener que el latín no puede ser la madre de las lenguas romances es que estas se parecen mucho más entre sí que al latín, hasta el punto de que «son muy fáciles de entender incluso sin haberlas estudiado ni aprendido», mientras que «el latín no se puede entender sin estudiarlo activamente».
Como muestra, un comentario (copiado y pegado tal cual) de un vídeo mío:
Yo no seré lingüista pero el italiano no necesite mucho esfuerzo para entenderlo, o cuando leo una revista francesa la entiendo perfectamente, no digamos cuando veo vídeos brasileños en youtube los comprendo perfectamente sin que nadie me dijera tan solo como funciona la gramática portuguesa. Pero el latín que si trate de estudiarlo y ni siquiera logré entender como funcionan las declinaciones, cuando veo escrita una cita latina ni si quiera le atino a lo que dice. Lo que no se porque es que dicen que el español y el latín son de la misma familia y yo no logre entender el latín estudiandolo y si logre entender bien italiano, portugués y francés sin ningún esfuerzo.
No es casualidad que este razonamiento se repita tanto: ya se han encargado los pseudolingüistas de repetirlo para atraer a los más incautos —en el sentido más neutral de la palabra— a sus disparatadas teorías:
Las lenguas romances serían entonces el resultado de la degeneración del latín por lo que se estudiaban como componentes de una misma familia, a cuya madre, el latín, deberían parecerse tanto o más que a las lenguas hermanas […] Y sin embargo, no es eso lo que encontramos. De hecho, sucede justamente lo contrario: las lenguas romances se parecen mucho entre sí. […] Es entonces cuando empezamos a preguntarnos en qué grado se produce este parentesco entre las lenguas romances y si la relación que se establece es, o no, de filiación con el latín.
Carme Huertas en No venimos del latín
Empecemos reconociendo que el razonamiento parte de una afirmación que podemos dar por cierta: a grandes rasgos, es verdad que para un hispanohablante, sin formación en ninguna de las otras lenguas, resulta más fácil entender las romances que el latín.
Sin embargo, como vamos a ver, eso no lleva a la supuesta conclusión.
En esta ocasión, voy a limitarme a razonar para refutar esta argumentación, sin entrar en muchas otras cuestiones relacionadas (p. ej. podría aducir que la documentación sostiene sobradamente la procedencia de las lenguas romances del latín).
Contenidos del artículo
¿Qué latín y qué lenguas romances?
Se parte de una especie de falacia de falsa equivalencia: se están comparando lenguas vulgares actuales con una lengua culta antigua.
Hagamos una comparación usando el propio español:
Pasos de un peregrino son errante
Góngora, Soledades («Dedicatoria al Duque de Béjar»)
cuantos me dictó versos dulce Musa,
en soledad confusa
perdidos unos, otros inspirados.
¡Oh tú que, de venablos impedido,
muros de abeto, almenas de diamante,
bates los montes, que de nieve armados,
gigantes de cristal los teme el cielo,
donde el cuerno, del eco repetido,
fieras te expone, que al teñido suelo
muertas pidiendo términos disformes,
espumoso coral le dan al Tormes!
Buongiorno! Oggi vi presento la mia famiglia. Io sono il padre, mi chiamo Gennaro Pirlo, ho trentasette anni, e lavoro come scrittore e giornalista da quando ne avevo venti. Mia moglie si chiama Antonella Totti, ha trentacinque anni ed è una splendida attrice di teatro.
Extraído de lingua.com
Cualquier hispanohablante entendería mejor el texto en italiano, incluso sin saber italiano, que el texto de Góngora. Simplemente, no son comparables los dos textos: el primero es en un español sumamente elaborado, mientras que el segundo está escrito en lo que podríamos llamar «italiano vulgar» (volveremos sobre el adjetivo «vulgar»).
Cuando alguien afirma —no entraremos a si lo que se afirma es cierto o no— que entiende las lenguas romances, naturalmente se refiere a un registro normalito (= vulgar) de estas.
Igualmente podemos forzar lo contrario, dando a entender que el latín es facilísimo y que cualquiera puede entenderlo:
Roma in Italia est. Italia in Europa est. Graecia in Europa est. Italia et Graecia in Europa sunt. Hispania quoque in Europa est. Hispania et Italia et Graecia in Europa sunt.
Ørberg, Familia Romana
Naturalmente, este texto es un caso extremadamente flagrante de cherry picking. No hace falta irse tan lejos:
Ubi venit tempus spectaculi et conversae erant eo oculi et mentes, tum, signo dato, iuventus Romana discurrit ad rapiendas virgines.
Adaptación propia del texto siguiente
Ubi spectaculi tempus venit atque eo oculi et mentes conversae erant, tum signo dato iuventus Romana ad rapiendas virgines discurrit.
Ørberg, Roma aeterna
ubi spectaculi tempus venit deditaeque eo mentes cum oculis erant, tum ex composito orta vis, signoque dato iuventus Romana ad rapiendas virgines discurrit.
Tito Livio, Ab urbe condita 1.9.10
En definitiva, se están comparando registros (y otros factores) muy diferentes de lenguas:
- lenguas romances en su versión cotidiana (= vulgar)
- el latín clásico, una lengua literaria esmerada (= culta)
Todo esto sin mencionar que suele omitirse con escoba de Ockham que el rumano, lengua romance, es difícilmente comprensible, incluso un cuento para niños:
A fost odată ca niciodată, că de n-ar fi, nu s-ar mai povesti, de când făcea plopșorul pere și răchita micșunele, de când se băteau urșii în cozi și se luau de gât lupii cu mieii de se sărutau, înfrățindu-se, de când se potcovea puricele la un picior cu nouăzeci și nouă de oca de fier și s-arunca în slava cerului de ne aducea povești, de când scria musca pe perete, mai mincinos cine nu crede.
Extraído de andilandi.ro
Efectivamente, no venimos del latín…
El propio título del libro de una célebre pseudolingüista parte de una falacia conocida como antanaclasis: usar una palabra engañosamente manipulando sus posibles significados.
Cuando hablamos de «latín», a todos se nos viene a la cabeza el latín de Cicerón, Virgilio, etc., es decir, el latín clásico; por tanto, en la mente de todos latín = latín clásico: el latín por defecto es el latín clásico.
Y con ese significado es cierto que no venimos del latín, porque las lenguas romances no proceden del latín clásico, sino del latín vulgar. Esto sea posiblemente lo más importante de todo, porque todo el razonamiento parte de la creencia falsa de que la supuesta madre es el latín clásico.
En este punto, es necesario entender qué es el latín vulgar, cuál es su relación con el latín clásico y en qué difieren.
Por tanto, efectivamente las lenguas romances no proceden del latín clásico, sino del latín vulgar. Volviendo a las analogías: las variedades hispanoamericanas del español no proceden del español de Góngora (anacronismos aparte), sino del que hablaban los españoles en el día a día.
El caso del griego
Es curioso que a menudo la misma gente que defiende la tesis inicial mencionan, con la intención de apoyar su razonamiento, el parecido entre el griego antiguo y el griego moderno:
En todo este tiempo, el griego clásico y el griego moderno no se han distanciado tanto; son distintos, pero comprensibles.
Carme Huertas en No venimos del latín
Esto es falso. Bastaría molestarse en preguntar a griegos actuales si entienden el griego de Homero, Platón, Jenofonte… Por supuesto, salvo que se trate de un griego que ha estudiado griego antiguo, los griegos actuales no son capaces de entender el griego antiguo.
¿También vamos a defender que el griego moderno no procede del griego antiguo?
Aprovecho para parafrasear un comentario de Juan Cruz: según toda esta lógica, el griego antiguo se habría extinguido con la caída de Constantinopla y el griego moderno sería realmente descendiente del turco, que se habría apropiado de una cultura extinta.
El caso del inglés
Un anglófono sin instrucción en p. ej. español ni en inglés antiguo (anglosajón) entendería mejor un texto en español normalito que en inglés antiguo. ¿Quiere decir eso que el inglés tiene mayor relación con el español que con el inglés antiguo?
Tirando del mismo hilo: un anglófono entendería mejor un texto en español que uno en alemán, en neerlandés o en sueco. ¿Quiere decir eso que el inglés no es una lengua germana? ¿Es el inglés una lengua romance?
Falacias lógicas
Más allá de todo lo dicho hasta ahora, vamos a comentar alguna falacia lógica en que se incurre con el razonamiento. (No entraremos en todas las subfalacias y falacias relacionadas, porque no se trata de eso y no acabaríamos).
Falacia de prueba anecdótica
Que tu experiencia sea tal, no necesariamente quiere decir que esa experiencia sea generalizable, extrapolable: puede que sí lo sea o puede que no lo sea.
Por ejemplo, si una persona mete la cabeza en el agua una hora y muere, según lo que sabemos sobre las capacidades respiratorias de los humanos, sí podremos generalizar que cualquier persona en las mismas circunstancias y haciendo lo mismo también morirá.
Por otra parte, si un deportista de élite puede recorrer determinada distancia en un determinado tiempo, no podemos generalizar que cualquier otro humano pueda hacer lo mismo (estaríamos ante una especie de falsa equivalencia).
Por eso, que tu caso sea ese —si es que realmente lo es— no es prueba suficiente de nada. Puede que tu caso sí sea extrapolable, o puede que no. Este razonamiento es el equivalente, odiado por médicos y nutricionistas, de «pues a mí X dieta me funcionó».
Falacia de incredulidad/ignorancia
Básicamente el argumento de incredulidad es: «si no entiendo una cosa, no puede ser posible» (o dándole la vuelta: «si yo considero que una cosa es tal, debe ser tal»). Que yo no entienda toda la teoría química, farmacológica, etc., que hay detrás de una aspirina no quiere decir que la aspirina no funcione.
Que uno no sepa lingüística ni tenga los más básicos fundamentos de gramática histórica y, por tanto, no entienda nada sobre cómo evolucionan las lenguas no quiere decir que lo que dice la gramática histórica sea falso.
Falacia de la opinionitis
A menudo estos razonamientos concluyen con algo parecido a: «es mi opinión (y tienes que respetarla)». Desde luego, todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero eso no quiere decir que el argumento sea válido ni que su opinión esté basada en la verdad, porque opinión no es lo mismo que verdad.
Tu opinión puede coincidir —ya sea por casualidad o por estar uno informado— con la verdad (p. ej. «opino que 2 + 2 = 4»), o no (p. ej. «opino que 2 + 2 = 5»).
En cualquier caso, una opinión no deja de ser un tipo aún más débil de prueba anecdótica. No son las opiniones lo que cuentan, sino los hechos demostrados con datos, bibliografía, etc.
Yo puedo opinar que existen los alienígenas, y tú puedes opinar que no existen los alienígenas. Hasta que una de las dos cosas se demuestren objetiva, científicamente, las dos opiniones son solo opiniones, no verdades.
No hay nada de malo en dar la opinión de uno, pero el argumento no puede ser la propia opinión, sino lo que sigue: «mi opinión es X porque Y, Z…».
Silogismo
Incluso si todo lo dicho no fuera suficientemente convincente, para terminar podemos formular la tesis como un silogismo:
- Entiendo el italiano, el francés, el portugués… (= son más parecidas entre sí)
- El latín no lo entiendo (= es menos parecido)
- Por tanto, las lenguas romances no proceden del latín
Aunque las premisas son verdaderas, la conclusión no se deduce de ninguna forma de ellas (non sequitur). Veamos un ejemplo similar:
- Me parezco más a mis hermanos
- No me parezco (tanto) a mis padres
- Por tanto, no soy hijo de mis padres
Es posible (o no) que efectivamente no seas hijo de tus padres, pero eso no se deduce de las premisas. Todo el mundo conoce casos de personas que se parecen más a sus padres que a sus hermanos y viceversa: las premisas no llevan a la conclusión, por lo que el silogismo no es válido.