Empezaremos por la defensa. 🤷♂️ Por supuesto que hay áreas en las que el intrusismo no es simplemente malo para el profesional que lo sufre, sino que es incluso peligroso para los demás. Pasa realmente como con la desinformación.
La homeopatía en sí misma no creo que pueda matar a nadie (al fin y al cabo, ¿qué mal fatal puede provocar algo de agua y azúcar?). El problema de la homeopatía es que causa la omisión de un tratamiento real, que sí puede tener consecuencias potencialmente letales.
Suficiente disclaimer y disculpa previa. Creo que se entiende lo que quiero decir. Ahora, vamos al lío con el intrusismo no letal.
Contenidos del artículo
Los xyzs vienen a quitarme el trabajo
El discurso del intrusismo viene a ser más o menos así: tal persona, grupo, gremio es intruso en mi profesión/trabajo porque, sin tener las mismas cualificaciones que yo, ejerce mis funciones, por lo que es mi competencia y es malo para mi negocio.
Lo siento mucho, pero a mí esto me suena a aquello de los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo.
Espera un momento que me explique.
Pongamos un ejemplo: si un búlgaro, un rumano, un marroquí… viene a España sin hablar nada de español, sin estudios de ningún tipo, etc., y te quita el trabajo, a mí me parece que la culpa no es del inmigrante, sino de que tú no aportas nada especial y por eso puedes ser reemplazado por una persona sin español ni cualificación alguna.
Un ejemplo de intrusismo
En mi sesgada experiencia, un sector que se queja bastante de intrusismo es el de los traductores. Así pues, vayamos con ese ejemplo.
En principio, un traductor es alguien que ha estudiado la carrera de Traducción e Interpretación (o análoga), alguien que se ha formado durante varios años para desempeñar la tarea de la traducción, por lo que es traductor cualificado.
Si alguien que no es traductor cualificado hace traducciones, entendemos que es un intruso en el sector de los traductores y que les quita el trabajo.
Incluso si ya hemos aceptado lo mejorable del argumento principal, otra objeción es relativa al impacto del intrusismo en los precios del sector.
¡Pero tiran los precios!
Pongamos que en el mundo hay una cantidad X de traductores cualificados. Cada uno tiene sus precios según una serie de factores, pero todos rondan el mismo umbral. Los hay más prémium y más low-cost, naturalmente. No importa.
El supuesto problema es que, si aparecen intrusos, desequilibran por completo esos precios.
Imaginemos que para un trabajo concreto el precio medio de los traductores es de 1000 euros (el prémium lo hará quizá por 1200 y el low-cost por 800, pero la media/mediana es 1000).
Llega un intruso y dice que te hace ese mismo trabajo por 500 euros. Efectivamente diríamos que hay competencia desleal, destrucción de mercado, guerra de precios, etcétera.
El problema es del cliente
Realmente, el problema es del cliente. Cualquiera con dos dedos de frente diría que es imposible que, en la práctica, una persona que cobra 500 euros vaya a hacer el mismo trabajo con la misma calidad que el que cobra 1000 euros.
Ya se sabe: nadie da duros a cuatro pesetas…
Sin embargo, es probable que muchas veces el problema ni siquiera sea del cliente. Hay clientes para todo: el que quiere lo mejor sin preocuparse del precio (en serio, los hay), el que quiere algo bueno dentro de lo posible sin dejarse un riñón, y el que simplemente quiere que alguien que sepa algo más que él le resuelva la papeleta, ya sea porque eso le vale o porque no tiene dinero para más (o no quiere gastarlo).
Por supuesto, parece bastante claro que cualquier profesional que se precie debería siempre tratar de evitar a este último tipo de cliente.
Sí, ¡pero luego me piden descuentos por su culpa!
Precisamente, los intrusos te están filtrando y apartando a los malos clientes y se los están quedando ellos. Sí, parece que al final sí te están quitando trabajo, pero ciertamente el que tú no deberías buscar, querer ni aceptar.
O sea, que te hacen un favor.
Un buen cliente es el que comprende que la calidad se paga. Si uno es un buen profesional, debería estar en disposición de ofrecer calidad solo a quien esté dispuesta a pagarla.
Y aquí podrías plantearte que, salvo contados casos, todos los clientes piden descuentos, o son tacaños, o sea, son malos clientes en general. Simplemente, no es así: como buen profesional, deberías buscar buenos clientes, que los hay si uno se posiciona como un buen profesional. A los demás, puerta.
También podrías plantearte que los clientes no saben de antemano quién es buen profesional y quién no, sino que lo único que miran es el precio, por lo que acaban contratando al intruso. Esto también es falso.
Por supuesto que habrá tales clientes, que, una vez más, son los que tú debes evitar. Los clientes más tacaños son casi siempre también los más puñeteros y pejigueras.
Eso sí, hay veces que el cliente simplemente está desinformado o no tiene (in)formación y, ante la falta de criterio para distinguir lo malo de lo bueno, lo único objetivo que puede valorar para su elección es el precio. En ese caso, la falta es del gremio, que ha de educar a los potenciales clientes.
De hecho hay no pocas veces en que el cliente acaba educándose solo: contrata al intruso, que le hace una chapuza, y se da cuenta de que lo barato sale caro. Entonces, ya sí, comprende que un buen trabajo solo lo va a hacer un buen profesional.
¿Eres realmente mejor que el intruso?
Esta creo que es una de las cuestiones realmente más importantes de las que vamos a ver: ¿de verdad eres sutancialmente mejor que los intrusos?
Por supuesto, sabemos que un título no necesariamente te hace mejor profesional. Un título lo único que significa es que has gastado X dinero e Y años y que al final has conseguido un papel que certifica esos dos factores.
Un título nunca certifica que uno es un buen profesional. Fíjate: tu diploma es exactamente igual que el de ese compañero que no sabía hacer la O con un canuto y que solo a trompicones le acabaron regalando varios aprobados por pena.
Todos conocemos a intrusos (gente que no tiene la titulación) que son mucho más profesionales que los que tienen las cualificaciones esperadas. Si tu única defensa para clamar ¡intrusismo! es la existencia o falta de un título, yo diría que sufres de titulitis.
O sea…
Si sí eres mejor que el intruso, no deberías tener nada que temer.
Y si no eres mejor que el intruso, el problema me temo que está en tu parte.
Tomamos otro ejemplo: taxis tradicionales versus neotaxis (o sea, VTC). Los taxistas se quejan de que los neotaxis les quitan el trabajo, les hacen competencia desleal, etc. No voy a entrar en la teoría.
En la práctica, un taxi tradicional no aporta nada que no ofrezca un neotaxi: llevarme del punto A al punto B en el menor tiempo posible. No solo eso: si el neotaxi, además, me cobra (normalmente) menos, sé de antemano cuánto, puedo ver las valoraciones que cientos de clientes previos han dado al conductor, etc., el problema está claro que reside en el sector del taxi tradicional, que tendrá que ponerse al día.
Y no seamos hipócritas
Por último, una pequeña reflexión. Como bien sabemos, es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Ese intruso me quita el trabajo.
Pero luego contrato al manitas, a la canguro, las clases particulares de apoyo a gente que no está ni dada de alta en ningún lado y con cero cualificaciones. (Ojo: no digo que no sea probable que el manitas sea un crack, la canguro venga recomendadísima y el profe particular explique mejor que el señor catedrático de la universidad).
Por retomar el hilo del ejemplo: los traductores se quejan de intrusismo por parte de filólogos (etc.), pero nunca he visto a ninguno hablar de intrusismo cuando son ellos los que se ponen a dar clases de idiomas.
Los filólogos hispánicos a su vez se quejan de que los periodistas vienen a quitarles plazas en las oposiciones para dar clases de Lengua. (A su vez los profes de Lengua, cuando les toca, imparten la asignatura de Latín, a menudo sin tener ni idea de latín).
Los periodistas (omito la falta de ética periodística de la que adolecen algunos) dicen que hoy en día cualquier hace de periodista: blogueros, youtubers… en fin.