Yo debo de ser un poco memo porque a menudo ves y oyes por ahí historias de gente que no tenía ni idea de internet y al poco está ganando «seis cifras» en internet. Como digo, a mí esto me hace sentir un poco memo porque ni «hago seis cifras» ni soy un novato en internet ni haciendo páginas web.
La primera vez que gané algo de dinero con internet tendría 13 o 14 años y fue poniendo banners de eBay en una web supercutre de videojuegos antiguos (abandonware); si mal no recuerdo, te pagaban seis pesetas (menos de cuatro céntimos) por clic.
Que se cobrara en pesetas ya da idea de que esto fue hace muchísimo tiempo. Es posible que la mayoría de vosotros ni siquiera sepáis de qué hablo si menciono GranAvenida, Metropoli2000, etc. En fin: efectivamente, eran esos tiempos.
Eran los tiempos de antes de WordPress, de antes de la popularización de PHP, incluso. Te hacías tu web de forma absolutamente manual en Word, con un poco de suerte en FrontPage y ya si te lo bajabas por ahí piratilla en DreamWeaver. Luego ibas subiendo uno a uno cada archivo y cada página mediante FTP a tu servidor, normalmente uno de estos gratuitos porque lo de tener un servidor de pago (¡incluso tu propio dominio!) era algo casi exclusivo de empresas.
Bueno, todo esto para decir que efectivamente llevo mucho tiempo con el tema de las páginas web.
Eso sí, no nos llevemos a engaño: que mis primeros ingresos fueran en pesetas no quiere decir que desde muy temprano yo fuera ganando dinero de forma estable, recurrente o abundante. Lo cierto es que —como le sigue pasando todavía hoy a la mayoría— prácticamente todo lo que hacía yo era por amor al arte y, más allá de un ingreso puntual y menor y algún pago en especia (p. ej. videojuegos que me enviaban las editoras para que los probara y escribiera sobre ellos), en aquellos momentos habría sido absolutamente imposible pensar que uno podría ganarse la vida en internet.
En el año 2005 empecé a usar WordPress, concretamente la versión 1.2.2, y fue para el típico blog personal que tan de moda estaba por entonces donde contaba mis paranoias posadolescentes y protoadultas con delirios de elocuencia. Mientras tanto, seguía con alguna que otra web ya desaparecida y no fue hasta el 2008 que comencé delcastellano.com, que yo considero los cimientos de casi todo mi negocio actual.
Y esto, nuevamente, no porque yo ganara dinero, sino por todo lo que supuso para mi negocio posteriormente: mi web fue creciendo en contenidos poco a poco, los buscadores cada vez la mostraban a más gente, las visitas crecían paulatinamente y yo y sobre todo mi web iba haciéndome mínimamente conocido.
Una enseñanza que no quiero dejar pasar por alto y en la que quiero hacer hincapié: empieza ya a publicar contenidos. Aunque sea en redes sociales (cosa que no recomiendo especialmente, como ya iremos viendo, pero mejor eso que nada), aunque sea en un blog gratuito (tampoco lo recomiendo)… pero de aquí a una semana ten publicado algo, como sea y donde sea.
Total, que en todo eso estaba cuando, como todo hijo de vecino, terminé mi carrera universitaria y a continuación el máster, concretamente uno de los mayores timos del sistema universitario: el máster para ser profesor de secundaria. Por supuesto, ahora tocaban las oposiciones para sacarse la placita.
Casualidades de la vida, a todo esto estábamos en plena crisis del 2008 y, si ya sacaban pocas plazas de profesores de asignaturas grandes, de Latín y Griego directamente se pasaron años sin sacar absolutamente nada.
Recuerdo empezar a prepararme el temario por mi propia cuenta (porque ni siquiera las academias de oposiciones en Sevilla preparaban oposiciones de eso) para «estar bien preparado para cuando haya oposiciones». Recuerdo incluso cuando familiares y conocidos me preguntaban cómo me iba: «ahí voy preparando para cuando saquen las oposiciones, pero a ver cuándo…»; recuerdo la cara de circunstancias ante la respuesta y de arrepentimiento por haber preguntado.
El tema de las oposiciones, el mantra social, los malos consejos al respecto y la indefensión aprendida dan para su propio episodio, así que lo dejo apuntado para más adelante.
Afortunadamente —no termino de saber cómo ni por qué—, en algún momento me espabilé: que a tomar por culo las oposiciones y que iba a empezar otra nueva filología para poder irme de Erasmus con 27 tacos, porque efectivamente en Filología Clásica no me había ido «no fuera a ser que me bajara la nota media del expediente» (¡vaya pringao!).
Este no es el momento para hablar de todo lo que pasó y aprendí siendo el abuelo de los Erasmus en Tesalónica. Ya sé que es sumamente cliché, pero irme de Erasmus efectivamente me cambió la vida tanto que necesita su propio episodio.
Hacemos fast forward hasta el punto en que, estando aún de Erasmus, decidí hacerme profesor de español para extranjeros. Pasamos esto rápido, que en detalles entraremos en otro momento: las clases de griego moderno en Grecia me sedujeron hacia la idea de enseñar tu propio idioma, así que me matriculé para el curso siguiente en el máster de profesor de ELE.
Acabado el Erasmus, volví a Sevilla. Fue un año bastante raro en todos los sentidos, entre otras razones por el síndrome post-Erasmus. La cuestión es que, aún sin haber terminado el máster, ya me estaba comprando un billete de solo ida a Cracovia para ese mismo verano. Incluso si por alguna razón no hubiera aprobado el máster en junio me habría ido sin el título…
De por qué Cracovia, por qué Polonia, qué pasó allí, etc., ya hablaremos en otra ocasión. De lo que pasó mientras acababa el máster y que fue determinante para que yo llegara a creer y a plantearme que podía vivir de internet hablaremos en el próximo episodio.
Dicho todo eso, suscríbete al pódcast si no lo has hecho ya para no perderte lo que viene y, desde luego, dirígete a humanistasenlared.com/negocios para estar al tanto de todas estas cosas de las que vamos a estar hablando.