En el episodio anterior conté cómo después de una licenciatura y un máster me encontraba en la rueda del hámster de las oposiciones… rota, y cómo decidí abandonar ese camino del «trabajo seguro» para irme de Erasmus con 27 años, cómo eso me inspiró para hacerme profesor de español para extranjeros y cómo, mientras me preparaba para ello, llegué a algo que me daría el empujón para empezar mi negocio en internet.
O más bien llegué a alguien: Joan Boluda. Y fue super de casualidad: en algún sitio, en alguna web o blog leí que alguien mencionaba su pódcast, y yo por aquel entonces apenas escuchaba pódcasts, pero por la razón que fuera le di una oportunidad y me enganché tanto que en unas pocas semanas me había tragado ya los 400 y pico episodios que tenía publicados por entonces.
Ese era el periodo en el que yo estaba a mitad del máster de profesor de ELE y apenas tenía tiempo para ir a clase, hacer las prácticas, escribir el TFM… así que durante ese tiempo fui —vamos a decirlo así— activo-pasivo: escuchaba su pódcast con interés, aprendiendo de todo lo que decía, pero todavía no podía meterme propiamente a emprender.
Eso sí: yo ya había leído a muchos entendidos y gurús decir que uno de los mayores errores que habían cometido cuando empezaron fue no crear desde el principio su boletín o lista de correos, así que raudo sí me dispuse al menos a eso.
Una ventaja importante con la que yo contaba es que ya tenía una fuente de tráfico gracias a la cual captar interesados: delcastellano.com. Instalé esos terribles popups super de moda por entonces y que afortunadamente se ven cada vez menos y la verdad es que cada día había nuevas altas en el boletín.
Ya he dicho que por entonces mi gran desventaja era que apenas disponía de tiempo para estar publicando nuevos contenidos, y tampoco tenía nada que vender, con lo que la lista iba a tener cero movimiento. ¿La solución? Hice que el boletín fuera de lo que podemos llamar «curación de contenidos»: eran unos cuantos enlaces a contenidos de terceros con alguna pequeña apreciación mía, y con eso sí podía echar unos 20-30 minutos cada fin de semana para mantener el contacto con la lista.
Hacemos fast forward: acabo el máster, me voy a Cracovia y allí consigo un trabajo de profesor de español en una academia. Este trabajo no me requiere mucho tiempo (unas trece horas de clase a la semana, más por supuesto preparación y desplazamientos), pero al menos me da lo suficiente como para pagar alquiler y comida sin tener que tirar de ahorros.
Esta era la situación perfecta: vivía solo y disponía de mucho tiempo y motivación para, finalmente, emprender mi negocio en internet, y por fin negocio significaría ‘ganar dinero’ y no solo su significado etimológico de ‘negación del ocio’.
La cuestión ahora era la siguiente: ¿qué podía hacer yo que la gente quisiera comprar? Joan Boluda no paraba de hablar de membership sites y de crear cursos. ¿Qué sabía hacer yo que pudiera enseñar a los demás? Yo era filólogo, así que lógicamente tiré por ahí.
Cuando estás superentusiasmado con algo, quieres hablar de ello con cualquiera dispuesto a escucharte. Al poco tiempo de mudarme a Cracovia vino a visitarme una compañera del máster de ELE. Ella estaba de lectora de español en algún pueblo de Italia, así que estuvimos hablando de cómo nos iban esas clases enseñando español a polacos e italianos.
Pero a mí lo que más me interesaba era lo otro: la idea de crear un negocio en internet. Le conté lo que tenía en mi cabeza y llevaba dándole vueltas meses desde que estaba en Sevilla: una academia en internet, como una especie de Netflix donde vas pagando cada mes para acceder a los contenidos, y estos contenidos eran vídeos pregrabados en los que yo iba explicando contenidos de asignaturas de la carrera de Filología: lingüística, en mi caso indoeuropeo, latín…
Recuerdo su cara: era una mezcla de incredulidad y risa explosiva contenida tras sus labios. En mi cabeza era un plan sin fisuras, así que me dio exactamente igual: el vulgo no comprende a los genios.
Además de delcastellano.com, yo tenía por aquel entonces otra web que era simple y llanamente mis apuntes de latín no ya de la carrera, sino de bachillerato, pues desde el principio fui superaplicado con eso e iba pasando mis apuntes a ordenador. En algún momento me dio por ir subiendo esos apuntes a internet y poco a poco esa web fue ganando tracción y cada vez tenía más visitas (dentro de lo razonable).
Así que también contaba con ese activo. Aquí paro un momento para hacer hincapié en algo que me parece importante. Si yo hubiera querido iniciar mi negocio comenzando absolutamente desde cero (no delcastellano.com, no lista de correos, no web de apuntes de latín…), lo habría tenido mucho más complicado; por el contrario, cuando me decidí yo ya contaba con algunas fuentes de tráfico razonablemente cualificadas y cierta reputación. Así pues, la moraleja es que empieces a hacer cosas cuanto antes mejor: aunque sea un blog cutre, carruseles en Instagram, vídeos en TikTok y/o en YouTube… lo que sea, pero ve haciendo algo de lo que algún día puedas tirar.
Mi gran idea, lo que yo estimaba que había de ser la columna vertebral de mi negocio, era un curso de latín desde cero: tomar los apuntes secos que ya tenía colgados en internet y hacer vídeos explicando la teoría y practicando con textos. Por tanto, compré un dominio, AcademiaLatin.com, donde estarían alojados no solo el curso de latín sino también todos los demás.
Lo dejamos aquí, pero ya voy avisando de que, pese a lo claro que tenía eso —que lo gordo iba a ser el curso de latín—, los primeros materiales que preparé no fueron del curso de latín; tampoco los segundos, no los terceros, ni…
En el próximo episodio hablaremos del lanzamiento de AcademiaLatin.com (sin curso de latín): cómo lo llevé a cabo, cómo me fue y qué hice a partir de entonces. Hasta entonces, suscríbete al pódcast si no lo has hecho ya y recuerda visitar humanistasenlared.com/negocios.