En el episodio anterior conté el contexto gracias al cual ideé AcademiaLatin.com, una academia en línea para aprender latín desde cero. Esa fue la idea desde el principio y ahí —en el momento de publicar esto— hace tiempo que llegué; sin embargo, no fue realmente así desde el principio….
Como dije también anteriormente, algo que yo siempre les había oído a los gurús especialmente americanos tipo Pat Flynn y demás es cuán grande es el error de no tener una lista de correo desde el principio, incluso cuando no te lee ni tu madre. Ese error me propuse no cometerlo yo y por eso muy desde el principio fui reuniendo suscriptores en mi boletín, de modo que, cuando tuviera ya algo que vender, tuviera potenciales clientes interesados en comprar.
Ahora centrémonos en lo que hice con la web de AcademiaLatin.com en sí misma. Gracias a los cursos de Joan Boluda, monté toda la parte técnica: cómo restringir los contenidos para que solo la gente que pagara pudiera verlos y cómo hacer que esto se pagara a modo de suscripción recurrente mes a mes.
Y por supuesto tenemos que hablar de los contenidos: qué había para que la gente tuviera ganas de sacar la tarjeta. Ya lo vengo avisando: en AcademiaLatin.com no había un curso de latín. La razón fue de lo más absurdo (pero igualmente comprensible): para el curso de latín no me bastaba con grabar la pantalla de mi ordenador con diapositivas, sino que tenía que comprar una pizarra con sus rotuladores y demás avíos, necesitaba una cámara que grabara con la suficiente calidad como para que se viera nítidamente lo escrito en la pizarra y ello implicaba probablemente un micrófono aparte y quizá focos de iluminación.
O sea, bastante jaleo e inversión para alguien que estaba totalmente verde y para quien gastar 400 o 500 euros en algo sin un futuro cierto se salía de todos los baremos. Por tanto, decidí aplazar el curso de latín hasta que pudiera validar el negocio mediante otros contenidos más sencillos de producir.
¿Y entonces? Si no había curso de latín por el momento, ¿qué ofrecí al principio para que la gente se decidiera a pagar? Contenidos que pudieran hacerse con diapositivas, con el micrófono que yo ya tenía y ya está (es decir, con cero inversión).
El plan era el siguiente…
Crear un curso cortito que pudiera tener publicado completo para el lanzamiento: un curso de acentuación ortográfica. Además, para el lanzamiento estarían ya publicadas las primeras clases de los tres primeros cursos que iría publicando, a razón de nueva clase por semana, los lunes, miércoles y viernes: lingüística general, mitología griega y lingüística indoeuropea.
No es ahora el momento de hablar de si era verosímilmente realista y sostenible publicar contenidos con tanta frecuencia. Lo que sí vamos a hacer es proseguir explicando el no especialmente brillante plan.
El curso de acentuación estaba publicado completo y los otros tres cursos irían publicándose semanalmente. Durante parte de todo este proceso yo ya había ido calentando la lista de correo haciéndoles saber que estaba preparando algo grande, bueno y nunca visto hasta entonces.
Y entonces llegó el momento. La web estaba preparada, la pasarela de pagos había sido probada con dinero real, había un curso publicado completo y otros tres en proceso: AcademiaLatin.com quedaba oficialmente inaugurada y ya podía uno suscribirse por 5 € al mes.
Aquí hay que parar un momento para explicar por qué 5 € al mes. Desde luego, la razón principal es que en el momento del lanzamiento había aún muy pocos contenidos y, por tanto, el precio había de ser acorde y justo. Otra razón, más marquetera, era ofrecer una decisión supuestamente no-brainer: «si te apuntas ahora vas a tener este precio tan bajo y lo vas a mantener incluso cuando esto sea la biblioteca de Alejandría».
Dicho todo eso, volvamos al día D. Escribí un correo a la lista y lo programé para que se enviara tarde ese día. Esto fue así por dos razones contradictorias: la primera, por la ansiedad de enviar el correo temprano y pasarme el día mirando y refrescando compulsivamente el navegador a ver si subía (o no) la cantidad de dinero; la segunda, por la ciertamente ilusa esperanza de enviar el correo, irme a dormir y al despertarme al día siguiente ver decenas de alumnos y cientos de euros.
Como no podía ser de otra forma, no ocurrió aquello en lo que depositaba mis esperanzas e ilusiones. Al día siguiente me desperté y fui raudo a mirar: tres personas se habían suscrito y una de ellas ya había hecho la de cancelar la renovación no fuera que se le olvidara cancelar más adelante.
Incluso cuando sabes en lo más profundo de tu ser que lo que tienes entre manos no es la panacea y que tus habilidades marquetinianas no son las mejores y que por todo ello no vas a resolverte la vida de la noche a la mañana… a pesar de ello, un batacazo como ese duele. Yo al menos lo consideré un batacazo. Por supuesto, podría haber sido peor si no se hubiera apuntado absolutamente nadie… pero, en una lista de —quiero recordar— unas 2000 personas, solo tres altas era una tasa de conversión ridícula.
Por supuesto, había pasado poco tiempo (menos de 24 horas), pero seguían pasando los días, yo seguía enviando correos a la lista comiéndoles la cabeza y aquello seguía sin crecer. Eso sí: para bien o para mal, yo ya había adquirido el compromiso de terminar de publicar los cursos que había empezado y, especialmente, continuaba con la esperanza del as que tenía en la manga y que realmente me sacaría de aquella indigencia en cuanto a negocios se refiere: el curso de latín desde cero que empezaría a publicar en… unos meses.
En el próximo episodio hablaremos de cuál había sido mi estrategia con la lista de correo: cómo había ido captando a los suscriptores, cómo trataba de mantenerlos calentitos y por qué, pese a mis maquiavélicos planes que sobre el papel funcionaban como un reloj suizo, aquella lista era de bastante poca calidad para mis fines marqueteros.
Hasta entonces, suscríbete al pódcast si no lo has hecho ya y, especialmente, dirígete a humanistasenlared.com/negocios para no perderte nada de lo que aguarda en esta aventura.